- ALGO SE ROMPIÓ
- CARLOS RAMOS PADILLA
Clase Turista
Los años entre los cincuentas y ochentas se convirtieron en las décadas más creativas, con innovaciones, descubrimientos, inventos, la que mas herencia positiva ha creado, la que junto con nuestro padres fomentaron la fuerza de la familia y la integración de un verdadero tejido social.
Nuestros hijos, su generación vinieron a romper esas estructuras aun cuando en los sesentas/setentas el movimiento hippies modificó formas y fondos.
Hoy los jóvenes usan y mal abusan de las herramientas que les otorgamos. Hoy no hay discotecas, hay antros, hoy no hay matrimonios hay parejas a prueba/desechables, hoy no hay hijos hay perros, hoy no hay limonadas hay fentanilo, hoy no hay “boys scouts” se acude a terapistas.
Considero, por ejemplo, que el celular representa una herramienta que a nosotros an la segunda mitad del siglo pasado nos pudo hacer mejores. El volumen de información y la inteligencia artificial en nuestros tiempos y con nuestros valores nos habieran hecho y formado más universales.
Imaginemos la llegada del hombre a la luna, las olimpiadas del México 68, la construcción de rascacielos, la música que
escuchábamos en fin, el mundo, la cultura, los deportes serían en extremo fabulosos. Hoy esos elementos se traducen en un 90% en películas violentas, cargadas de homosexualismo, de secuestros, de antivalores, de autodestrucción.
Las series que gozamos en nuestra niñez/adolescencia permitían la convivencia familiar (Viaje al Fondo del Mar, los Thunderbirds, Batman, Superman, Tierra de Gigantes, Lassie, Mr Ed, Hechizada, Bonanzas, El Gran Chapareal, Tarzan, Maya). Las películas estaban cargadas de fantasía como las producidas por Disney.
Hoy el contenido violento en las series televisivas y en las pantallas cinematográficas desmerecen la intención de integración. Películas donde los héroes se convierten en antihéroes que se asesinan entre si; ciudades que son azotadas por invasiones extraterrestres, sismos o guerras que las destruyen, hadas madrinas representadas por “dark queens”; exceso de sexo, infidelidades y traiciones; seres deformes ilustrados como “walking dead”; los videojuegos llenos de monstruos y ataques mortales; programas que incentivando el comercio, consumo y tráfico de drogas como “breaking and” o apología de asesinos y narcos como “el señor de los cielos”.
Ya no hay límites en el mal uso del lenguaje y lo que denigraría a un semejante hoy es un intercambio de calificativos a la mano. Lejos de cultivar la salud y el cuerpo hoy los jóvenes lucen tatuajes como presidiarios o perforaciones como piratas.
El alcoholismo da prestigio y las drogas poder. Algo, insisto, se rompió. Hoy los gobiernos permaneces no por su servicio público sino para la corrupción y la denigración, elementos que se inyectan a los nuevos cuadros de aspirantes al poder.
Hoy se construyen más cárceles que escuelas. Todo esto representa no una evolución generacional, sino un retroceso sin límites.
Tendríamos que indagar dónde fue el equívoco para evitar que nuestros hijos no permanezcan en el suelo de sus aulas escolares evitando ser alcanzados por disparos, o aquellos que desde niños se convierten en “halcones” de asesinos.
Son solo reflexiones pero también un retrato de lo que ocurre, de estás sociedades en donde vemos a cientos de jóvenes con pasamontañas presumiéndose anarcos para destruir obras de arte o mobiliario urbano.
Repito, durante la segunda mitad del siglo pasado la humanidad se motivó a buscar la grandeza, pregunto, y ahora ¿cuál es la misión, el futuro?
Lo cierto es que la tecnología está acabando con los sentimientos. Las redes sociales es el peor reflejo el más cruel engaño de nosotros mismos. Hemos estimulado la necesidad de conflicto.