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31 enero,2025

Confesiones de un alcohólico: Mi primera bebida embriagante, un vaso de pulque 

  •  Diez años de mi vida la pasé en el alcohol: Ana
  •  Por Esteban Durán

Clase Turista

 Ana, del sur de la gran capital de la República Mexicana, nos habla y abre su corazón, para contarnos sobre su experiencia con el alcohol, que fue a muy temprana edad.

“Bueno yo era una niña, de apenas cinco años, mi papá murió de alcoholismo, de muy chiquita le acompañaba a las llamadas pulquerías, ahí es dónde me daba a probar; recuerdo que me agradaba el sabor, por lo que en cuanto mi padre me ofrecía un trago de pulque ya no lo quería soltar, él me decía: ya, ya, ya y me quitaba el vaso, pues yo quería seguir tomando”.

Nuestra entrevistada, ya entrada en confianza continúa su relato: “Aunque ese fue mi primer contacto con una bebida embriagante, no fue sino hasta los 17 años, precisamente en mi fiesta de cumpleaños, que inicié con mi alcoholismo: así bebí la primera, le siguió la segunda, la tercer copa, hasta llegar completamente alcoholizada a mi casa.

Anita nos cuenta que paulatinamente fue aumentando su ingesta de alcohol: “fue sorprendente, me sentí alegre, contenta, sólo recuerdo que terminé sentada en una silla, casi cayéndome. A veces mis amigos me llevaban a casa, recuerdo que en una ocasión al cruzar la puerta hacía la sala lo hice a gatas, iba ¡gateando! Escuché que mi mamá preguntó qué me había pasado, yo no podía ni hablar, entonces me metió a la recámara, me sentó en la cama. Sentía que todo me daba vueltas, me sentí muy mal, pero no paré y así me aventé 10 años”.

“Como mi papá era alcohólico, nunca se dio cuenta de lo que vivía, ni de lo que yo hacía, por ejemplo, si salía o a qué hora llegaba, él nunca se dio cuenta y mi mamá, pues simplemente me decía que no me saliera.

“Ana no te salgas, me da miedo que andes en la calle, un día te va a pasar algo, obviamente al principio, me lo decía en tono tranquilo, con amor, pero ya después fue cambiando las formas en que me pedía que ya no bebiera, eran a gritos, a veces con groserías”.
Anita continúa con su historia, nos cuenta que tuvo sus hijos y aunque se casó, al poco tiempo se separó, pues nunca dejó la bebida y agregó que su madre, fastidiada, enojada y con la impotencia de ver a su hija alcoholizada, la llenaba de insultos: “agarra a tus hijos y sácate la chingada, me das asco», entre otras cosas muy ofensivas.

Lógicamente su forma de beber le trajo consecuencias, pues eso ocasionó que dejara de estudiar; a los 18 años terminó una carrera técnica y empezó a trabajar en lugares donde había gente que tenía contacto con la bebida: “yo nunca vi alguien que bebiera y se pusiera como yo me ponía; si llegábamos a una fiesta, se empezaban a ir todos, todos normales y tranquilos, yo era la última en salir, me enojaba si no me daban más alcohol”.

Nos cuenta que en una ocasión, unos maleantes abordaron el taxi donde ella iba, no solo la despojaron de sus pertenencia, también la manosearon, vivió cosas feas en la calle.

Y agrega que en cuanto al trabajo, como tal nunca perdió uno por beber, renunciaba y encontraba otro, iba buscando en donde trabajar, ganar o aprender.

“Era joven, no me sentía una mujer fea, obviamente ese sentimiento cambia, con el alcohol, conocí a un hombre con el que me casé: “lo conocí en noviembre; en diciembre nos hicimos novios; en febrero tuvimos relaciones sexuales; en marzo pidió mi mano, pues casi de inmediato me propuso matrimonio. En julio de ese mismo año me casé por el civil, en agosto por la iglesia, al año me embaracé de mi primer hijo, a los dos años vino mi siguiente hija y finalmente la separación”, expresa con cierta nostalgia.
Recuerda que cuando vino la separación, no era la misma en su forma de beber: ya no era como antes: alegre, con ganas de bailar, de cantar, de sentirse bonita, el cambio fue de tristeza, frustración, sentimiento de soledad, se sentía fea, vieja, que nadie se iba a fijar en ella; que su vida se había acabado ahí. Llegó a tener ganas hasta de matar a sus hijos, de morirse los tres.

El cambio en la vida de Anita empezó a gestarse cuando acompañó a su mamá a una estética a realizarse un tratamiento para el cabello y nos platica lo siguiente.

“Siempre andaba muy arreglada, sin embargo, estaba segura que llevaba el aliento a alcohol, entonces fue cuando el encargado de la estética, que no me conocía y que era gay, me preguntó ¿mi vida qué tienes? Mi reacción fue de enojo, no dije nada.

Y mientras a mi madre le aplicaban el tratamiento, esta persona me invitó a un doble AA, porque él tenía problemas de alcoholismo, me senté y me invitó un café, con el fin de hacerme la plática y confesarle mi enfermedad a las bebidas embriagantes, pero lejos de escucharle, me molesté.
“Tuvimos que regresar a la estética y sucedió lo mismo, me preguntó nuevamente que me sucedía, que si necesitaba ayuda había un lugar donde me podían ayudar, ante su insistencia de nuevo me llené de coraje y no le hice caso.

“No fue sino hasta en una ocasión que me empecé a sentir mal, con ganas de correr y de gritar, estaba desesperada, fue cuando me acordé de esta persona y de inmediato me dirigí a la estética, para preguntarle dónde estaba ese lugar del que tanto me hablaba y donde podían ayudarme.

“Finalmente, le tuve que confesar mi adicción al alcohol, al escuchar esto me dio una tarjeta de un grupo de Alcohólicos Anónimos, llamado Ultimo Refugio. Esa misma noche acudí al grupo, crucé la puerta, me senté y empecé a llorar, con un sentimiento que nunca había sentido, lloré mucho y todos trataban de tranquilizarme diciéndome no pasa nada; me empezaron a transmitir el mensaje, me hablaban de las experiencias, fue así como un 5 de septiembre del 2007, cambió mi vida; sentí en ese momento que ellos me iban a ayudar, me sentí segura, me sentí bien, desde entonces no me he ido de Alcohólicos Anónimos”, nos relata de manera aliviada.

“Perdoné, perdoné al papá de mis hijos, no era una cuestión de ir a decirle te perdono ¡no, no, no! sino de ya no sentir ese odio, esa sed de venganza; se me fue ese sentimiento mediante la práctica de los pasos de ese programa, pues lo pude perdonar, se me fue ese sentimiento tan feo que tenía hacia él. Pude reparar daños con mi mamá, entendí que ella me quería, que yo le preocupaba, obviamente después de muchos años lo entendí, hoy llevamos una buena relación, tengo mi negocio, una pareja que está conmigo, que me quiere, que me respeta, que me apoya, que me hace sentir protegida, apoyada, estable, en paz, han cambiado muchas cosas en mí. ¡Tengo ganas de vivir!

Alcohólicos Anónimos, Sección México, ofrece una Alternativa de Solución para quien sufre la enfermedad del alcoholismo.

Servicios totalmente gratuitos

Teléfonos: 55 5705-5802 / 800-561-3368

 

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