- Esmeralda, 14 años, reflejo de una sociedad enferma
- A la niña le espera el dedo acusador de una sociedad conservadora
- Una bronca que tienen que desentrañar las autoridades educativas
- FRANCISCO GÓMEZ MAZA
En memoria de mi bebé Luis Francisco
Todo lo peor ocurre, todo lo injusto pasa, las conductas más aberrantes contra las mujeres desde que son niñas; las injusticias más incomprensibles, en tiempo de igualdad; en tiempo de mujeres: se sigue considerando a la mujer como un objeto eminentemente de placer para el macho (sí y a pesar de la conciencia de género que el feminismo ha tratado de imbuir en la conciencia de la humanidad); no deja de ser importantísimo, necesario, justo y equitativo continuar denunciándolo.
Ya no es posible más. Vivimos los finales del año 2024, gozando de muchos avances científicos y tecnológicos, cuya autoría es de mujeres científicas, doctoradas en instituciones de educación superior de gran prestigio, por ejemplo, y aún – ¡incredibilis! –, en una gran parte del mundo, la mujer es la lavandera, la lavadora de dos patas, como alguna vez la definió, conscientemente, un presidente de México, el boquiflojo y torpe Vicente Fox Quesada.
La mujer es la cocinera, la encargada de los cuidados en la familia, la barrendera, la mandadera y, en una palabra, la esclava en el seno familiar, el objeto sexual del varón y en la oficina, si es que logra llegar a por lo menos estudiar para secretaria o ayudante, es la tentación que pone el diablo a los jefes, a los directores, a los dueños.
En este contexto, la historia de Esmeralda es un drama rayano en la tragedia; aberrante lo que la sociedad y, otra vez los encargados de la procuración de justicia y los jueces, estaban ejerciendo en contra de ella. Claro. En un estado en el que es delito grave el aborto y no se diga el asesinato (Y a pesar de esta macabra situación, dicen los jueces que no va la reforma judicial), Con tan solo 14 años, apenas comenzando a madurar como mujer, Esmeralda fue violada sexualmente por un delincuente. Quedó embarazada.
En su condición de pobreza extrema fue víctima de aborto. El producto expulsado del vientre de Azucena murió. Por lo tanto, la niña fue acusada de aborto y asesinato. Dos crímenes dignos de un experimentado criminal en su época consciente, un testaferro de capos de la delincuencia organizada o de un rico epulón sin conciencia más que para amasar dinero. Claro. Esmeralda fue condenada por un estado ultra conservador como el de Querétaro, en donde el aborto continúa siendo penalizado como delito gravísimo. Y el asesinato, ya ni se diga.
Con todo. Esmeralda fue condenada por un juez a prisión y a pagar una gran indemnización a su violador. Una niña de 14 años, indígena, que apenas habla el castellano y que no entiende el pensamiento occidental cristiano, y menos el pensamiento conservador emanado de la vieja iglesia católica del medioevo en pleno siglo de los viajes interplanetarios. Una niña sin recursos de ningún tipo, condenada a equis tiempo en la cárcel… por no haber cometido ningún delito, ningún crimen, más que haber sido violada sexualmente, por haber sido embarazada y haber abortado espontáneamente.
Esta situación es conocida por una autoridad superior al gobierno del estado – la presidenta Claudia Sheinbaum, máxima autoridad que ordena que la nena sea liberada y que reciba un tratamiento físico y sicológico por todos los traumas que se sembraron en su mente y en su corazón. Se libera a la niña y se pone al cuidado de las autoridades federales para restablecer su dramática situación educativa, económica, sicosocial e intentar reinsertarla en la sociedad, cosa que no será nada fácil porque la sociedad queretana es ultraconservadora al grado de que ahí no gobierna nadie más que gobernadores emanados de partidos conservadores.
Esmeralda, la niña indígena violada, abortada, encarcelada, condenada a cárcei y a pagar una indemnización millonaria a su violador (¡!) fue salvada de la cárcel, de las acusaciones de abortista y asesina. Muy bien. Pero… pero ahora tendrá que enfrentarse, en «libertad», a un ambiente muy hostil, señalada por una sociedad hipócrita…
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