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23 noviembre,2024

En Confesiones de un Alcohólico/Mi primera borrachera, ¡con rompope!

  • Por Esteban Durán Acosta

Clase Turista

Desde el tradicional y hermoso municipio de Texcoco, al oriente de Estado de México, Ulises, nos cuenta sobre sus inicios en el alcoholismo, su larga travesía por éste, hasta su llegada al grupo de Alcohólicos Anónimos.

Primer contacto con el alcohol y sus efectos

Presto a responder las preguntas, nuestro entrevistado no expresó que tan sólo a los cinco años de edad, todo inició en su casa: “Mis padres trabajaban 24 por 24, un día no los veía por completo y al otro día nada más llegaban a dormir; me quedaba solo y mi única distracción era la televisión, recuerdo muy bien que siempre al abrir el refrigerador había cervezas, se me hizo fácil tomar una y ese fue el primer contacto, inspirado en la tv”.
Ulises señaló que aunque no le gustó mucho el sabor de la cerveza, lo hacía por imitar a los que salían en la televisión: “ese día tomé rompope, creo fue media botella, lo suficiente para quedar  inconsciente, perdí el control”.
¡Era bastante sabroso!

Reacciones de sus padres

Nos comentó que sus papás, por su trabajo, nunca se dieron cuenta: “fue mi hermano quien en una ocasión me encontró tirado en el piso, se asustó tanto que le fue a avisar a mi abuela y le dijo que estaba muerto, pero no era así, solo estaba inconsciente dentro de un ropero, que es en dónde yo me escondía para tomar el rompope”.
Ulises continúa y nos platicó que al llegar a la casa, su abuela lo sacudió y despertó; al darse cuenta de lo que en realidad había pasado sólo se limitó a sonreír, no lo regañó, ni le advirtió sobre los riesgos de tomar alcohol, pues se le hizo gracioso.

“Esto está raro, desde el inicio está todo retorcido, creo que me impulsaban a beber, siento que era así porque se les hacía gracioso que yo me hubiera desmayado por borracho a esa edad.

Consecuencias en la escuela y trabajo

Ulises señala que durante su crecimiento fue muy precoz: “terminé la secundaria a los 13 años, en ese tiempo ya me relacionaba con gente adulta que bebía; organizaban tardeadas, lo que me gustaba mucho, sobre todo por el hecho de pertenecer a algo, sentía que me daba un aliento para vivir, yo me pegaba con esos compañeros, tomábamos lo que eran las cubas, hasta ponerme borracho”.

Las consecuencias en los estudios se vieron reflejados de inmediato y con un dejo de tristeza nos manifestó: “Reprobé el último año de la secundaria, me cambiaron a una escuela que estaba más lejos, por la Pantitlán, Ciudad de México, con niños muy groseros y que ya muchos eran adultos, varios de ellos ya traían una vida maleada, entonces me juntaba con ellos”.

También nos contó que a partir de ese momento empezó a beber alcohol todos los días: “que la cervecita, que la cuba y no estaba como mal visto”, nos dice; sin embargo, como el director era muy severo, llegaba a infringir su autoridad y nos golpeaba con una regla de madera, entonces yo ahí caigo en que me sentía más parte de la sociedad que en la escuela”.
Agrega que a estos estos compañeros los sentía más comprensivos que los anteriores, se sentía más amigo entre los amigos.

Sin embargo, Ulises reconoció que conocer a gente mayor de edad le deformó su mentalidad, le hizo más tendencioso, negativo… apático y nos cuenta una anécdota:

“Tendría 15 años, por un lío, nos tuvimos que cambiar a Texcoco, Estado de México, mi mamá me inscribió en una escuela de paga, para llegar tenía que recorrer un largo tramo, tomar clases. presentar exámenes, etcétera, en fin entré de lleno a la academia”.
Pero, de nueva cuenta, comencé a juntarme con los más viciosos, con los más relajientos, se podría decir que lo peor de la escuela, fueron como mi manada, de inmediato hice contacto con el alcohol, un año lo perdí bebiendo cerveza”.
Y lo que tenía que suceder, pasó, perdió el año escolar; estaban a punto de expulsarlo cuando se enfermó y fue a dar al hospital; análisis que le realizaron arrojaron como resultado de Hepatitis B. Toda la familia enfermó de Hepatitis B y tras larga cuarentena todos se recuperaron, excepto él. “Continué muy mal de salud, enflaqué demasiado, se me cayó el cabello, todo esto pasó a mis 16 años”, expresa con pesar.
Recordó que la cerveza le desinhibía por completo ante las mujeres: “me acuerdo decirle a una muchacha que me gustaba, que si quería ser mi novia, estaba bajo los efectos de la cerveza, no me acuerdo ni siquiera lo que sucedió, ya para entonces tenía lagunas mentales. Antes de enfermarme tenía el trauma de ser un niño gordo, pero como enflaqué por la enfermedad, después de la hepatitis, adelgacé de golpe”.
Finalmente, Ulises logró recuperarse de la hepatitis, otra vez su madre lo inscribió a una preparatoria, ahora en Chimalhuacán, en el Estado de México; de nuevo a la rutina diaria, a partir de las seis de la tarde era ir a beber cerveza en la plaza.

“Me volví a integrar en estas situaciones, porque a mí me gustaba sentirme parte de los compañeros y no rechazado, los efectos del alcohol me hacían pensar que era galán, inteligente, que tenía potencial para triunfar en la vida”.

Llegada al Grupo de Alcohólicos Anónimos

Con gran alivio, Ulises nos platica cómo fue su primer acercamiento al Grupo de Alcohólicos Anónimos: “recuerdo que hubo un problema familiar en la familia, me enojé con todos ellos por resentimientos, estallé en irá y amenacé a mis padres, a mi madre porque mi padre ya no vivía con nosotros, a mi hermana, a mi abuela, de que las voy a matar, esto ya se volvió muy real, tuve que salir de mi hogar y comencé a vivir con mis propios recursos”.

Y agrega: “No se me ocurrió otra cosa más más que tomar y juntarme con las personas que llegaba a conocer, tenía trabajos eventuales, todo esto fue cuando tenía 29 años de edad y pasé los siguientes tres o cuatro años ingiriendo alcohol diariamente, deseaba conseguir los efectos que producía el alcohol, ya ni siquiera me gustaba el alcohol, pero había una sensación en mi organismo (la temblorina, el placer, el nerviosismo) que solamente conseguía aplacar con el alcohol”.

Automáticamente, en ese instante todo lo que había en mi pensamiento era huir, pero no sabía dónde, entonces me agarré de lo que me había platicado mi amigo de AA, ahí le dije que sí, me llevó a su casa y esa noche esa tarde me llevó a un grupo, pasamos a través de las bancas, yo no sabía que era de Alcohólicos Anónimos, cuando vi el logotipo me espanté, pues pensé que me iban a encerrar”.

Sin embargo, cuando comenzaron a hablar las personas, a dar una plática, una reunión psicoterapéutica y empiezan a compartir sus experiencias, al principio no me gustó, yo venía muy adolorido y la temática en sí no me gustó, porque pensé que estaban hablando de mí indirectamente o sea que todo lo estaban diciendo por mí y de ver los golpes que yo traía y me molestaba cómo me veían las personas porque me veían como un monstruo por el tipo de heridas que yo tenía, y yo se los expresé, una señora me dijo «di lo que pienses porque es importante que sanes espiritualmente» así me lo dijo y les dije que me molestaba que me vieran así.
Automáticamente, al otro día, ya no me miraban tan despectivamente.

¿Cómo le cambio la vida AA?

Al cuestionamiento de cómo cambio su vida a partir de AA, Ulises nos comenta que desde  2005 no ha bebido alcohol, la última copa fue el 2 de abril  del 2005.

Muy contento señala que integrarse a la sociedad ha sido una constante en su vida, al principio no logró esa integración por problemas de la infancia: “yo conocí a los 2 años de mi edad a mi padre, y a mi edad adulta vienen muchas veces a mi pensamiento como un resentimiento hacia ellos, pero eso no es lo peor, en esos dos años de mi infancia mi madre había adoptado o recogido a un niño o le habían regalado un niño que creció junto a mí, exactamente como si fuera mi hermano, solo que este niño era güero y yo soy moreno, entonces a lo largo de mi vida padecí mucho esa diferencia de que se decía y ¿dónde está el güero? y que se alegraban de verlo a él y no a mí, entonces en parte yo siento que es eso y me volví así una persona malévola, tipo de una idea retorcida, que siempre está buscando sacar un beneficio y el hecho de ser un adicto al alcohol me hacía ser muy malo, robar, chantajear a las parejas, hubo rupturas de parejas, dos importantes despidos de los trabajos que adquiría”.

Finalmente, expresó que dentro de la comunidad hace un servicio, y aunque no le pagan por  ese servicio, lo hace de manera voluntaria y a través de este servicio ha conocido muchos lugares y personas interesantes: “tengo la esperanza de conocer a una pareja y mejorar mi vida, alejarme de todo el pasado, que es lo que ahora busco cada día”.

Alcohólicos Anónimos, Sección México, ofrece una Alternativa de Solución para quien sufre la enfermedad del alcoholismo.

Servicios totalmente gratuitos

Teléfonos: 5557055802 / 8005613368

 

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