- Los priístas y el futuro de la alianza opositora
- Por Rodrigo López San Martín
RedFinancieraMX
Las últimas semanas, el bloque opositor en México ha vivido en medio de una enorme turbulencia.
Provocado por uno de sus principales impulsores, Alejandro Moreno, la alianza Va por México está, en el mejor de los escenarios, en terapia intensiva.
En los últimos días, la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, acompañó a Alito en un evidente pacto con el gobierno federal en el que, más allá de la militarización, lo que parece haberse puesto sobre la mesa es provocar el rompimiento de la alianza en favor, evidentemente, de Morena y del presidente López Obrador.
A pesar de que con la iniciativa presentada, defendida y votada en la Cámara Baja se rompió con el compromiso firmado entre los partidos aliancistas de no meterle mano a la Constitución en lo que resta del sexenio, tanto de uno como del otro lado se han negado a dar por muerto, contundentemente, el bloque opositor.
Y aunque parezca complicado, hay todavía espacio para salvar esta coalición.
El primer paso hacia allá, lo dieron los Senadores del mismo PRI al rechazar la iniciativa impulsada por sus pares diputados, quizá más motivados por sus pugnas internas que por un compromiso que ellos no asumieron (los Senadores llegaron a su cargo en 2018, sin alianza). Así evitaron así, al menos temporalmente, que la reforma consitucional que mantendría hasta 2028 al ejército en labores policiales fuera aprobada por la mayoría calificada necesaria. Y, más importante, demostraron que el PRI no es un partido vertical bajo el mando absoluto de Alejandro Moreno.
Pero hay más sobre la mesa que puede darle una oportunidad a la alianza hacia el futuro.
Con los resultados de este primer rompimiento, el Gobierno Federal decidió, casi en lo inmediato, doblar la apuesta, anunciando que la discusión de la Reforma Electoral iniciará a mediados del mes de octubre.
En este cálculo, AMLO y sus legisladores cuentan con poder de nuevo convencer a los priístas de sumarse a su agenda, para alcanzar la mayoría calificada necesaria para su aprobación. Pero ese camino quizá no sea tan fácil.
Porque del lado del priísmo, hay muy poco sobre la mesa. Hasta hoy, lo que sumó al PRI –o parte de él– no fue una negociación política, sino una negociación judicial. No ha habido un intercambio de agendas o iniciativas que apoyar; Morena
no ha hecho suya alguna bandera priísta o ha anunciado que defenderá alguna de sus causas. No. Lo único sobre la mesa es, a todas luces, la libertad de Alejandro Moreno, su dirigente.
¿Hasta dónde están dispuestos los priístas a seguir a su dirigente aún a pesar del costo reputacional que romper la alianza les traerá con sus electores a los que les prometieron un bloque opositor?
¿Y hasta dónde Morena y el Gobierno Federal va a ceder ante Alito por construir una alianza legislativa que, en el mejor de los casos funcione en la Cámara de Diputados pero se venga abajo en el Senado?
Los dirigentes del PAN y PRD ya lo dijeron. Lo que viene, es tenderle la mano a los priístas, legisladores y militantes, pero ya no más a la dirigencia. Convencerlos que vale más seguir teniendo un futuro político que apostar su presente y su futuro político por salvar a su dirigente.