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02 diciembre,2025

Cortés dependió totalmente de Doña Marina para la conquista: Nora Ricalde

  • Por Norma L. Vázquez Alanís

Clase Turista

(Segunda y última parte)

Malinche tuvo un rol trascendental como corresponsable en la tarea que fue la Conquista y se convirtió en la gran figura del encuentro entre dos culturas, dijo la doctora en Historia por la Universidad de Granada, España, Nora Ricalde Alarcón, en su plática ‘La Malinche y Las Hibueras’, con la que concluyó el breve ciclo de conferencias ‘A 500 años de la expedición a las Hibueras’, convocado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim como parte del 60 aniversario de su creación.

En todos los eventos con la población indígena doña Marina estaba presente, y esta identificación Cortés-Malinche era muy clara para los grupos indígenas unidos contra el enemigo común, los mexicas, por lo que había una comunión de miras, ambiciones y proyectos, además porque en el sistema de género en el mundo mesoamericano, el principio de dualidad masculino-femenino cumplía funciones específicas para mantener el equilibrio del cosmos de forma complementaria.

Bernal Díaz del Castillo corrobora esta presencia: “Doña Marina… aquella india y señora que allí nos dieron y verdaderamente era cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos y bien se le parecía a su persona…”. Y luego agrega: “… Y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España”. Ella detentó siempre este prestigioso título español de “Doña” y tanto para los indígenas como para los españoles tuvo una gran categoría en la estructura social.

Los indígenas la sabían dueña del discurso porque Cortés desconocía la lengua nativa y carecía de la fuerza de Malinche, quien fue intérprete de lengua, de sucesos, de hombres y de vida; sus habilidades lingüísticas y diplomáticas fueron importantes, fue la concertadora de la gran alianza indígena con los españoles en contra de los mexicas. Cortés pudo presentarse como libertador gracias a Malitzin, quien le reveló los odios y complicidades entre dominados y avasalladores, explicó la historiadora. Sin embargo, el conquistador no reconoció su ayuda pues en las Cartas de Relación nunca la menciona por su nombre, pero ella creía que su guerra era justa.

Era una gran oradora con o sin las inflexiones de Cortés, es decir, ella hablaba por sí misma, tenía el don de la palabra, comentó la doctora Ricalde Alarcón. La primera evangelización de Cortés a los indígenas pasó primero por Malinalli, quien era más que una traductora, defendió derechos a locales y la dignidad de los caciques deseosos de colaborar en la gran empresa de la liberación, resolvía los problemas y actuaba como espía, informadora e infiltrada. Cortés dependió totalmente de ella antes, durante y después de la conquista.

Imagen de Malinche cambió a través del tiempo

Con el correr del tiempo la imagen que se tenía de Malinche en la historia fue cambiando. En el siglo XVI Cortés y López de Gómara la consideraron una figura útil, pero sin protagonismo propio, en tanto que Bernal la señala como mujer principal y fiel. Ya en los siglos XVI-XVII, fray Diego Durán casi no la menciona y Francisco Javier Clavijero en su Historia antigua de México, (1780) apunta que fue una figura digna e inteligente, pero sin juicio moral, para el XVIII se le comenzó a ver como una gran evangelizadora, ya que gracias a ella se pudo cristianizar la Nueva España.

En el XIX, Manuel Orozco y Berra en Historia antigua y de la conquista de México (1880) la refiere como un personaje importante, habla de su boda y la expedición a las Hibueras, mientras que William Prescott en su obra Historia de la conquista de México (1843) apunta que siempre será recordada con gratitud por los españoles a quienes sirvió en la conquista y por los mexicanos a los que mostró benevolencia.

Ya en el siglo XX, José Vasconcelos (La raza cósmica,1925) la mira como la madre del mestizaje mexicano, Octavio Paz (El laberinto de la soledad, 1950) la contempla como el símbolo del trauma fundacional; Carlos Fuentes en El espejo enterrado (1992) la visualiza como una imagen ambigua pero fundacional, porque “no hay México sin ella”, a su vez, Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura (1934) la sitúa como quien refuerza la visión de identidad herida por el trauma del mestizaje.

Su evolución fue, de significar una gran ayuda para los españoles, a ser una mujer con su propia estrategia. Miguel León Portilla (La visión de los vencidos,1959) la reivindica como intérprete clave y figura histórica, en tanto que Tzvetan Todorov en La conquista de América (1982) la coloca como mediadora intelectual: “Marina traduce más que palabras, traduce culturas”. Sandra Messinger Cypress (La Malinche in Mexican Literature, 2000) asegura que “Malinche fue convertida en símbolo negativo por la nación” y, ya en el siglo XXI, Camilla Towsend (Malitzin. Una mujer indígena en la conquista de México, 2018) sostiene que no fue una traidora sino una sobreviviente. Por último, Yásnaya Aguilar en sus Ensayos y conferencias (2018) ubica a Marina como una indígena víctima del sistema e indica que “Malitzin no traicionó a los suyos; ya había sido traicionada”.

Malinche indispensable para Cortés

Entre 1521 y 1524, el papel de Malitzin fue esencial y determinante en la consolidación del dominio español en la Nueva España, pues tras la caída de Tenochtitlan ya se había logrado la conquista, pero había que asegurarla, y ella ayudó tanto a la pacificación como a las alianzas con caciques indígenas para fortalecer y ordenar el incipiente virreinato; era un personaje simbólico que los indígenas respetaban por su labor de pacificación, era quien tranquilizaba a los gobernantes. Asimismo, colaboró en la fundación y establecimiento del nuevo orden colonial en Tenochtitlan, Coyoacán y Texcoco, ayudó a reorganizar el territorio y repartir tierras, también acompañó a Cortés a la conquista del Pánuco.

La doctora Ricalde Alarcón precisó que Malinche fungió incluso como negociadora, diplomática, mediadora cultural, solucionadora de conflictos internos, consejera, así como enlace cultural, político y estratégico con distintos pueblos. Era una gran estratega y fue pieza clave en el engranaje de la conquista, que no hubiera triunfado ni se hubiera consolidado en estos primeros años sin la presencia de Marina.

Desde la perspectiva de Cortés, era indispensable que Malitzin fuera a las Hibueras porque lo orientaba y asesoraba en la consecución de sus metas; esta mujer le traducía el mundo mesoamericano a Cortés, quien la sabía capaz de lograr alianzas, evitar conflictos y obtener recursos. Tenía la confianza personal de Cortés, quien no salía a una campaña decisiva sin su consejera y estratega.

Los historiadores deducen que Malinche fue a las Hibueras como una estrategia de supervivencia, seguridad y autonomía, pues si estaba cerca del poder lo tenía todo, hasta empoderamiento por su posición privilegiada como interlocutora, que le permitía el acceso a recursos, prestigio y protección junto a Cortés.

Era una mujer inteligente que no iba a perder esos privilegios, esa posición de poder ante los españoles y los indígenas; puede ser que existiera una fidelidad emocional, aunque no sabemos qué vínculo personal la ligaba con Cortés; pudo haber sido una relación amorosa o simplemente de poder y utilidad, comentó la ponente.

El matrimonio con Juan Jaramillo

Un suceso importante para Malinche fue su matrimonio con Juan Jaramillo durante la expedición a las Hibueras; los historiadores conjeturan que fue una negociación con Cortés, pues sabía que nunca se iba a casar con ella, y una mujer indígena, por más poderosa o útil que fuera, sin esposo (también las españolas) tenía muy complicada su situación.

La doctora en Historia por la Universidad de Nueva Jersey, Estados Unidos, Camilla Townsend, se decanta por el hecho de que hubo un acuerdo previo a esta boda, sostiene que Marina le dijo a Cortés: “te acompaño a las Hibueras, pero por favor me casas con un español”, protegió así sus intereses como mujer indígena y “salió de la posición vulnerable de amante para incorporarse a las filas de los españoles bien nacidos con derechos legales”.

Para finalizar la charla, la doctora Ricalde Alarcón dijo que a través de esta unión que tuvo lugar entre 1524 y 1525 en Huilapan, cerca de Orizaba, Doña Marina dio ese paso transcultural que significaba un ascenso en la nueva estructura colonial y Jaramillo a su vez ganó estatus. En el libro Ensayo de una historia de Orizaba (Joaquín Arróniz, 1867) se menciona que los casó fray Juan de Tecto y que también estaba en la ceremonia fray Juan de Ayora.

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