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25 noviembre,2025

TZOMPANTLI: EL MURO DE CRÁNEOS QUE DESAFIÓ AL TIEMPO

  • Un viaje al corazón de la Ciudad de México, donde la historia y el arte se unen en un altar eterno

Clase Turista

En pleno corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, bajo los cimientos de una vieja vecindad del siglo XIX, un equipo del INAH descubrió en 2015 el Huei Tzompantli de Tenochtitlan, un impresionante altar de cráneos que las crónicas del siglo XVI ya describían con asombro.

El hallazgo reveló más de 11 mil fragmentos óseos y una torre circular de cráneos de casi cinco metros de diámetro. Cada uno de esos rostros humanos era parte de un ritual que simbolizaba el equilibrio del universo.

“El Tzompantli no era un monumento a la muerte, sino a la continuidad de la vida”, explican los arqueólogos del proyecto.

Más que sacrificio: una visión del cosmos

Para los mexicas, ofrecer la vida a los dioses era una forma de mantener el orden del mundo. El Tzompantli representaba esa reciprocidad divina: los hombres alimentaban a los dioses con sangre, y los dioses, a cambio, sostenían el universo.

Durante festividades como Tóxcatl o Panquetzaliztli, los cráneos de los sacrificados eran ensartados en largas empalizadas de madera y luego incorporados a una torre de cal y argamasa: un muro de rostros convertidos en arquitectura sagrada.

Los rostros del sacrificio

Una década después del hallazgo, el proyecto está en una nueva etapa: conocer quiénes fueron los sacrificados. Se limpió se consolidó y conservó una muestra de 214 cráneos, en la ceramoteca del Museo del Templo Mayor, sitio en el que se estudian sus rasgos biológicos con el apoyo de los laboratorios de Bioarqueología y Genética de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

“El Huei Tzompantli nos brinda una oportunidad única para estudiar el sacrificio humano en el mundo mexica. Aquí confluyen tres tipos de evidencia –arquitectónica, osteológica e histórica–, lo que hace a este hallazgo excepcional”, explica Lorena Vázquez Vallín, jefa de campo del proyecto en un video para el INAH.

Otros análisis, destinados a determinar la movilidad y el lugar de origen de los individuos, se realizan en la Universidad de Georgia (EUA). A la par, se desarrolla un proyecto de ADN antiguo en colaboración con el Instituto Max Planck de Alemania, con la participación del bioquímico mexicano Rodrigo Barquera y el antropólogo Víctor Acuña Alonzo.

“Mientras los cráneos estuvieron en la empalizada, nada los alteró, y eso es relevante. El reto es reconstruir la historia biológica detrás del mito: edades, sexos, enfermedades y orígenes. En esos datos hay una memoria profunda de Tenochtitlan”, señala para el INAH Jorge Gómez-Valdés, coordinador del equipo de antropología física.

Rituales, cosmos y reciprocidad: el sentido profundo

El Huei Tzompantli era mucho más que un monumento a la muerte: representaba la continuidad del universo. “El tzompantli era una expresión de reciprocidad. Los hombres alimentaban a los dioses con sangre y vida, y los dioses respondían sosteniendo el universo. Era, al mismo tiempo, un acto de poder y una siembra simbólica: cada cráneo era una semilla que aseguraba la continuidad de la vida”, explica Lorena Vázquez Vallín.

Las fuentes coloniales relatan con detalle la dimensión ritual de estas prácticas. Durante la festividad de Tóxcatl, dedicada al dios Tezcatlipoca –el “señor del espejo humeante”–, se elegía a un joven sin tacha física para vivir durante un año como encarnación del dios. Vestido con sus insignias y acompañado por doncellas, el ixiptla ascendía las gradas del templo para entregar su corazón en lo alto del altar. Su cabeza entonces, se colocaba en el tzompantli, símbolo del renacimiento perpetuo del orden cósmico.

Un rito distinto ocurría en honor a Xiuhtecuhtli, dios del fuego. Según describe fray Bernardino de Sahagún, los cautivos se conducían en procesión y eran arrojados vivos al fuego del quauhxicalli. De ahí los extraían aún con vida, y eran sacrificados mediante la extracción del corazón y sus cráneos exhibidos frente a un tzompantli especial. La ceremonia, brutal y sagrada, representaba el punto máximo de la reciprocidad entre hombres y dioses.

Hoy, el Tzompantli es un espejo de la identidad mexicana: una mezcla de muerte, arte y eternidad.

📅 Visítalo hoy

Si planeas un recorrido por el Centro Histórico de la CDMX, no te pierdas el Museo del Templo Mayor. Allí podrás conocer los restos del Huei Tzompantli y entender cómo los mexicas transformaron la muerte en una poderosa expresión de arte y espiritualidad.

🧭 Datos para el viajero

| 🕓 Época de uso | Entre 1486 y 1502, durante el gobierno de Ahuízotl |

| 🧍 Cráneos estudiados | Más de 650 completos, de hombres, mujeres y niños |

| 🧱 Dimensiones | Plataforma de 35 x 12 metros; torre circular de 4.7 m de diámetro |

| 🖼️ Dónde apreciarlo hoy | Museo del Templo Mayor, CDMX |

| 📸 Tip de viajero | Visita al atardecer para disfrutar la iluminación del sitio arqueológico y el contraste con la Catedral Metropolitana |

 

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