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25 noviembre,2025

Descubre Maní, Yucatán

  • Recorre el Templo de San Miguel Arcángel y descubre la memoria viva de la cultura maya

  • Vive la experiencia de la meliponaria Lool-Ha y disfruta los sabores auténticos de Yucatán en La Conquista

  • Por Alejandra Pérez Bernal

Clase Turista

El sol de mediodía cae sobre Maní y la tierra parece desprender un calor antiguo, como si respirara historias que llevan siglos guardadas. Apenas cruzamos la entrada del pueblo, las calles empedradas y las fachadas hermosos colores nos invitan a detenernos, a mirar con calma y dejar que los aromas de pan recién horneado, elotes y nieves artesanales despierten los sentidos.

Nuestra primera parada nos lleva al Templo de San Miguel Arcángel, un edificio que no se levanta sobre la tierra, sino sobre la herida de un pueblo. Frente a su fachada, uno no solo ve arquitectura colonial: se percibe la memoria de un evento que marcó para siempre la historia de los mayas. En 1562, el franciscano Diego de Landa realizó aquí el Auto de Fe, donde se quemaron códices y se destruyeron ídolos; un capítulo brutal de la conquista espiritual que intentó borrar siglos de conocimiento y cosmovisión maya.

Construido en 1549 por Fray Juan Mérida, el templo combina austeridad franciscana con detalles renacentistas en su pórtico central, mientras que en el interior nos recibe un techo en bóveda de cañón de influencia gótica y un retablo mayor del siglo XIX, donde columnas corintias y salomónicas se entrelazan con la historia viva del pueblo. La capilla abierta nos recuerda cómo los frailes evangelizaban a grandes grupos de mayas, y la cruz atrial nos invita a observar los detalles de un Cristo tallado en piedra que, de alguna manera, resume la mezcla de culturas que define a Maní.

Dejamos atrás el templo y nos dirigimos al Meliponario Lool-Ha. Entrar aquí es como sumergirse en otro mundo: el canto de las aves y el murmullo de la naturaleza nos guía entre árboles, mientras la luz se filtra entre hojas y ramas, y la tierra desprende un aroma a húmedo y fresco. Nos recibe Elizabeth Interián, con un hipil blanco bordado en flores amarillas, y detrás de ella, un solar amplio que huele a tierra húmeda y hojas recién cortadas.

Aquí aprendimos sobre las meliponas, abejas nativas que producen miel dulce y ligera, parte esencial de la tradición y gastronomía maya. Elizabeth nos mostró cómo se cuidan las colonias, cómo se extrae la miel sin dañar a las abejas y la importancia de estas prácticas para la preservación de la biodiversidad local. Además, recorrimos talleres de artesanía y campos de henequén, donde la comunidad trabaja con la misma pasión y respeto por la tierra que los mayas de siglos atrás.

El recorrido continuó con una parada en Restaurante La Conquista, un refugio de sabores donde la gastronomía yucateca se despliega en cada platillo. La mesa se llenó de pápadzules, queso relleno, poc chuc, pollo pibil y escabeche, acompañados de la tradicional agua de lima y horchata. Cada bocado fue un viaje por la historia culinaria de la región, y la frescura y autenticidad de los sabores confirmaban por qué este lugar es un referente en Maní.

Y aunque estos fueron nuestros puntos principales, Maní tiene mucho más que ofrecer: su plaza principal y mercado nos invitan a caminar entre puestos de artesanías y sabores, mientras la vida cotidiana del pueblo se despliega ante los ojos del visitante; los recorridos históricos por portales y calles coloniales revelan detalles arquitectónicos llenos de memoria; y los festivales y celebraciones locales convierten cada visita en una experiencia llena de color, música y tradición.

En Maní, cada paso es una historia, cada aroma un recuerdo, y cada sabor un instante que se queda contigo. Aquí, la historia maya, la memoria colonial y la vida cotidiana se encuentran, creando un destino donde tradición, cultura y sabor se viven en plenitud.

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