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23 febrero,2025

El rincón del Girovago

  • El Hombre Mediocre, entre la resistencia y la conformidad
  • Por J. Alejandro Gamboa C.

Clase Turista

José Ingenieros describió en El hombre mediocre (1913) a un sujeto conformista, carente de ideales y sumiso ante el orden establecido. Un ser que, por su propia apatía, se vuelve engranaje de la estructura que lo domina. Si traemos este pensamiento a la América Latina del siglo XXI, la pregunta es inevitable: ¿nos hemos convertido en la sociedad de los mediocres?

Desde una perspectiva marxista, Ingenieros parece anticipar el fatalismo estructural de una región históricamente sometida. La mediocridad no es una elección individual sino una consecuencia de la hegemonía capitalista y el imperialismo cultural.

La Escuela de Frankfurt que aprendí en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, nos enseñó que la industria cultural anestesia la conciencia de las masas, convirtiéndolas en consumidoras pasivas de una narrativa diseñada para perpetuar su propia alienación.

En Latinoamérica, esto lo podemos traducir en generaciones atrapadas en la idolatría de influencers vacíos, en el sometimiento a regímenes neoliberales disfrazados de progreso y en la normalización de la desigualdad como si fuera un fenómeno natural.

La educación es un pilar central en la crítica de Ingenieros, quien denuncia la falta de pensamiento crítico en sociedades que premian la obediencia y castigan la rebeldía. En nuestros países, las élites políticas o empresariales, han perfeccionado esta doctrina. Se imparte una educación diseñada no para liberar, sino para domesticar. La escuela y la universidad producen trabajadores para el capital, no ciudadanos con conciencia revolucionaria.

¿La mediocridad, en este sentido, es una política de los Estados? Durante décadas en México, por ejemplo, se fomentó la ignorancia, se glorificó la inmediatez y se ridiculizó la intelectualidad (y los llamados “intelectuales” son ridículos en sí mismos).

Pero el problema va más allá de las aulas. Nuestro autor, Ingenieros, hablaba del hombre mediocre como aquel que no sueña, que no se indigna, que acepta su destino sin lucha. En América Latina, esta figura convive con la resistencia. No somos solo el hombre mediocre; también somos el campesino zapatista, el estudiante chileno que sale a las calles, el obrero argentino que enfrenta las reformas neoliberales o neofascistas. A pesar del sistema, a pesar del adoctrinamiento, la semilla de la insurrección sigue latiendo en nuestras venas. Somos, de manera contradictoria, un pueblo necio y rebelde.

Lo preocupante es que el hombre mediocre del siglo XXI tiene nuevas herramientas para perpetuar su existencia.

No se pudo prever la era digital, donde la banalización de la vida se ha convertido en espectáculo global. Las redes sociales han elevado la farsa del éxito individualista, han convertido la superficialidad en aspiración y han reemplazado la indignación con memes. La conciencia de clase, que Marx y los frankfurtianos señalaron como el motor del cambio, hoy se disuelve entre tendencias virales y discursos de autoayuda.

Sin embargo, la historia nos ha demostrado que el conformismo no es eterno.

Ingenieros afirmaba que la mediocridad teme al genio, pero lo necesita para progresar. En América Latina, las figuras de lucha emergen siempre en los momentos de mayor crisis. El desafío es transformar la resistencia en una nueva hegemonía, en un horizonte donde la educación emancipe y la política no sea el refugio de la corrupción, sino el instrumento de transformación social.

El hombre mediocre no es un destino inexorable para América Latina. La pregunta es entonces ¿seremos capaces de escapar del molde que nos impusieron nuestros padres, nuestros abuelos, el sistema, la ideología imperante?

Inspirado en El Hombre Mediocre de José Ingenieros (https://www.marxists.org/espanol/ingenieros/1913-el-hombre-mediocre.pdf)

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