- Norma L. Vázquez Alanís
Clase Turista
Chimalistac, un sitio irremediablemente ligado al nombre de Federico Gamboa y su novela Santa, que a juicio del escritor José Emilio Pacheco fue el primer “best seller” mexicano, nunca desde su fundación ha estado en el centro de los acontecimientos, lo cual le ha dado un encanto y preservación difícil de encontrar ya en esta ciudad de México; el recogimiento de Chimalistac sigue siendo en pleno siglo XXI su gran defensa y mayor atractivo, aseguró la antropóloga social y maestra en Historia de México, Beatriz Scharrer Tamm.
La ponente, cuyas líneas de investigación incluyen la historia sobre bienes inmuebles, tomó parte con el tema La Plaza de Chimalistac y su entorno en el ciclo de conferencias Plazas y sitios de la Ciudad de México, coordinado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carso, cuya sede está precisamente en la denominada casona de Chimalistac.
La maestra Scharrer Tamm dividió su exposición en partes, porque dijo, las piedras, el río y la etimología de Chimalistac son importantes para conocer la historia de este barrio, pero también son fundamentales la capilla de San Sebastián Mártir, el Parque de la Bombilla, Federico Gamboa y la casona que hoy alberga al CEHM, pues constituyen parte sustancial del entorno.
El Valle de México fue habitado por cazadores y recolectores desde tiempos inmemoriales, y hacia el año mil 200 antes de Cristo en la parte suroeste muy cerca de Chimalistac se erigió Cuicuilco con sus grandes basamentos circulares, que fue el centro rector de la cuenca.
Sin embargo, con la erupción del Xitle, que calculan los geólogos se dio en los primeros 50 años del primer siglo de nuestra era, se formó una gran isla de piedra de 80 kilómetros cuadrados con una densidad de aproximadamente entre 10 y 15 metros de espesor en algunas zonas, que dio lugar al Pedregal de San Ángel, que en un mapa de 1902 perteneciente al acervo de la Mapoteca Orozco y Berra -donde se puede consultar- se observa que tiene casi el mismo tamaño de lo que era entonces la ciudad de México, explicó Scharrer Tamm.
En medio de San Ángel y Coyoacán está Chimalistac, un lugar que nunca estuvo en el camino tradicional que había entre esos dos sitios debido a una especie de curva que hay en las rocas, y porque ahí estaba más bien un pueblo de agricultores sometidos por los tepanecas de Coyoacán, precisó la historiadora; asimismo, el cercamiento natural del río fue otra característica de Chimalistac.
Además, el Pedregal al sur y la colindancia de la huerta de los carmelitas hacia el poniente confirieron a Chimalistac características muy particulares, pues el camino hacia el sur llevaba hacia el barrio de Oxtopulco en Copilco y la salida del pueblo únicamente podía ser hacia el norte por el camino que existía desde tiempos prehispánicos entre Tenanitla, hoy San Jacinto; la zona prehispánica era Tenanitla, Coyoacán y un pequeño caserío en Chimalistac.
Este trazo sigue existiendo actualmente, pero es difícil verlo como un eje porque en Avenida Universidad se divide, uno se va hacia Coyoacán, y en sentido contrario sube por Arenal y Avenida de la Paz, luego Madero hasta Tizapán, el eje sigue ahí, pero geográficamente se ha perdido.
Durante mucho tiempo se trató de asociar la casona que ahora es sede del CEHM, la plaza, e incluso la capilla de Chimalistac, con los carmelitas de San Ángel y se decía que ellos la habían fundado, pero otro plano de la Mapoteca Orozco y Berra muestra claramente la barda que había del colegio del convento de los carmelitas, detrás de la cual está señalada la Plaza de Chimalistac, y a un lado aparece el Pedregal, que realmente era una zona infranqueable, difícil de transitar y esto de alguna manera dio el recogimiento característico de Chimalistac. La calle que conocemos como Tecoyotitla era el camino hacia Mixcoac, por ahí llegaba el pintor José María Velasco a plasmar en el lienzo la naturaleza que había en esta zona.
Diferencias en la etimología de Chimalistac
El nombre de Chimalistac tiene dos acepciones en la etimología, una seguida por varios escritores y que fue señalada por Bernardino de Sahagún, quien indicaba que Chimalli quiere decir escudo o rodela, e Iztac equivale a blancura. Y de acuerdo con su versión, en el mes Quecholli -que significa “Flamenco”-(decimocuarto en el calendario mexica) había una cacería sagrada a la que los de Coyohuacan debían también asistir. Al llegar a Chimalliztac, último punto importante de Coyohuacan, dejaban ahí sus escudos, que eran blancos, pues así lo marcaba la ocasión.
Sin embargo, la también catedrática del ITAM, señaló que en las escrituras consultadas, datadas en el siglo XVIII, Chimalistac aparece con el nombre de Chimalisteca, lo cual, subrayan los especialistas, deriva de Temalisteaca, lo que antiguamente fuera Temalixteaca. Según esta etimología, Temal significa piedra redonda con un orificio en el centro e Ixteca equivale a alisar una superficie, de manera que Chimalisteca quiere decir rueda o rodela alisada. Esta definición resulta muy lógica por las piedras volcánicas de lava que había en la zona, recordemos que los tepanecas eran unos labradores de piedra e incluso sus tributos a los mexicas consistían, además del maíz, chile y frijol, en entregarles piedras. Existe la versión no comprobada de que tanto La Piedra del Sol como la Coatlicue las labraron los tepanecas en las cercanías de Chimalistac.
La importancia de los ríos en la zona
Los ríos que recorrían el área eran el San Ángel, el denominado La Otra Banda porque se bifurcó con las obras hidráulicas de los carmelitas para regar su huerto, y ahí pegado pasaba un gran río denominado Atlitic, formado con el agua de los manantiales y caudales que bajaban de una gran cañada entre el Ajusco y el Cerro de las Cruces; los españoles lo rebautizaron como río Magdalena, y además nombraron Contreras a la parte de arriba del Pedregal por un obraje que hubo de un señor Contreras y ahí pusieron una ermita de María Magdalena, por ello nombraron así al río.
Con esta agua que venía desde la cañada y regaba el valle se construyeron obrajes en la parte superior y molinos de viento, mientras que en la parte más baja también se seguía aprovechando sobre todo en la zona de Tizapán, donde se utilizaba incluso hasta principios del siglo XX para las fábricas de papel. Las tierras contiguas a Chimalistac y al convento de los carmelitas –que se caracterizó por sus suntuosas cúpulas profusamente adornadas con talavera- se utilizaban para la siembra de maíz y frijol, productos destinados para los pagos de los tributos.
El río Magdalena era caudaloso a su paso por Chimalistac, por lo cual se edificaron los puentes, entre los cuales destaca el de doble arco que era hasta donde llegaba la huerta de los carmelitas y se hizo porque era tal la cantidad de agua que llegaba por ahí, que fue necesario hacerle un doble arco; en 1962 este río se entubó y como muchos otros hoy son grandes avenidas.
La doble arcada era altísima, pero se fue sumiendo en la tierra, y destaca la utilización de las piedras volcánicas para su construcción. Si uno camina por esta zona, muchas de las bardas todavía hoy siguen en pie porque están hechas con piedra volcánica, material con el que también se hizo el puente de Panzacola, precisó la investigadora.
El área de Chimalistac y San Ángel fue muy productiva porque había muchos sembradíos principalmente de maíz y trigo, también estaban las huertas de los carmelitas descalzos y de los dominicos en San Jacinto; los primeros lograron generar muchísimos recursos con la venta de la cosecha de sus árboles frutales. Sin embargo, con las Leyes de Reforma toda la huerta se tuvo que fraccionar porque se cerró el colegio, lo cual dio origen a la colonia Del Huerto del Carmen y en una parte se conservó lo que es el parque conocido como La Bombilla, donde había un restaurante campestre que en su momento era muy concurrido. Ahí, en 1928, el presidente reelecto Álvaro Obregón fue asesinado cuando estaba en una comida a la que había sido invitado por los diputados guanajuatenses.
Posteriormente, en 1935 se construyó un monumento de estilo art déco diseñado por el arquitecto Enrique Aragón Echegaray, con esculturas de Ignacio Asúnsolo, con el propósito de conmemorar al revolucionario y con la intención de enaltecer al México moderno y laico, libre de las ataduras del pasado. Es una estructura de grandes dimensiones en forma de pirámide y por mucho tiempo fue un monumento más alto que cualquiera de los árboles o edificios.
(Concluirá)