- La primera mujer que gobernó México
- Por José Antonio Aspiros Villagómez
Clase Turista
La Historia registrará que, al cumplirse en 2024 doscientos tres años de la consumación de la independencia de México, por primera vez una mujer llegó a ocupar la titularidad del Poder Ejecutivo Federal. La doctora Claudia Sheinbaum Prado fue elegida presidenta (sí, presidenta, con “a”) para el sexenio que va del 1 de octubre de 2024 al 30 de septiembre de 2030, si bien a la mitad de ese periodo habrá una votación para decidir su eventual revocación de mandato, si se sale del guion que le heredaron.
Desde que en 1821 Agustín de Iturbide fue nombrado presidente de la Junta Provisional Gubernativa y de la Regencia, hasta la fecha, si la lista que hicimos es correcta 71 hombres han gobernado México una o más veces como presidentes constitucionales, interinos, provisionales o sustitutos, o bien como emperadores o miembros de triunvirato.
Pero como la semilla de lo que llamamos México fue sembrada cuando Tenoch fundó Tenochtitlán en 1325, y tras la conquista por los españoles hubo tres siglos de régimen colonial, habría que agregar a la lista once tlatoanis mexicas y 62 virreyes (aunque O’Donojú ya no tuvo ese título, ni ejerció el que recibió del rey), más quienes rigieron con otros cargos – entre ellos Hernán Cortés – tras la captura de Cuauhtémoc en 1521.
Han sido gobernantes ya en el México independiente, los republicanos y monárquicos, centralistas y federalistas, liberales y conservadores, dictadores y demócratas, izquierdistas y derechistas, patriotas y antipatriotas, sensatos y necios, estadistas y frívolos, repetidores y simultáneos, efímeros y prolongados, carismáticos y repudiados, austeros y corruptos, o buenos y malos, pero siempre varones, por lo que ahora vivimos un momento histórico con la primera mujer en la Presidencia, al margen de preferencias políticas que -para variar y por eso no progresamos- han dividido a la población, aquí sí, hombres y mujeres, entre preocupados quienes perdieron en las urnas y jubilosos los que ganaron.
Así que, salvo una excepción, nunca una mujer había llegado a encabezar formalmente un gobierno. Eso sí, las hubo muy influyentes desde la Malinche en tiempos de Cortés y María Ignacia Rodríguez quien impulsó la consumación de la Independencia, hasta la poderosa primera dama en el sexenio de Vicente Fox, el presidente que incluso habló del trabajo conjunto de “la pareja presidencial” (6-III-2003).
La excepción a que nos referimos fue la emperatriz Carlota, quien actuaba como regenta de México cuando Maximiliano salía de viaje, lo cual era muy frecuente. Y no lo hizo de facto, sino de manera legal porque el estatuto imperial así lo disponía. Que paralelamente Benito Juárez sostuviera la causa republicana por donde andaba peregrinando, no evitó que el imperio fuera una realidad, así haya sido algo efímero y territorialmente acotado.
Como María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans (1840-1927) es poco mencionada en la historia oficial cuya narrativa maniquea se reduce a “buenos” y “malos”, consultamos un trabajo de la BBC (Corporación Británica de Radiodifusión) que difundió en junio de 2020 El Informador (https://www.informador.mx/mexico/Carlota-de-Mexico-quien-fue-la-emperatriz-y-primera-gobernante-del-pais-y-que-legado-dejo-20200607-0069.html), donde menciona las acciones de gobierno que llevó a cabo la emperatriz.
Con base en datos y opiniones de la investigadora y traductora alemana Susanne Igler, autora del libro Carlota de México, y de Martha Robles quien escribió Carlota: falsa emperatriz de México, el artículo de la BBC señala que cuando los conservadores mexicanos ofrecieron a Maximiliano el inexistente “trono de México”, ante la actitud dubitativa de éste fue su esposa quien lo convenció de aceptar.
Porque ella había sido educada para gobernar y, según algunas de las muchas cartas que escribió a su familia y amistades, varias de ellas presentadas en junio y julio pasados en un monólogo a cargo de la actriz Alejandra Chacón en el Castillo de Chapultepec, prefería “una posición que ofrece actividad y deberes, aun dificultades si queréis, a contemplar el mar desde una roca hasta los setenta años» (se refería a su vida aburrida en el palacio en Miramar).
Además de que vio en el ofrecimiento de los conservadores la oportunidad de llevar a cabo “grandes tareas”, tales como «fundar una dinastía y ocuparse del bienestar de un pueblo». Y también porque, Maximiliano y ella, eran “demasiado jóvenes para no hacer nada». Carlota tenía 17 años y él 25 cuando se casaron en 1857.
De manera que cuando el austriaco que fue coronado emperador de México el 10 de abril de 1864 se iba a cazar mariposas o hacía sus viajes a Cuernavaca, ella asumía como regenta del imperio, celebraba acuerdos con los ministros y decidía las obras a realizar.
Eso no significa que él no hubiera gobernado también, pues como sabemos sus decretos tuvieron un cariz tan liberal como el de las Leyes de Reforma, al grado que causó la decepción y alejamiento de los conservadores que lo trajeron a México con engaños para defender sus privilegios, entre ellos los de la Iglesia.
“Mamá Carlota” -como se le conoció cuando en julio de 1866 regresó a Europa, en una canción burlesca escrita y publicada por el liberal juarista Vicente Riva Palacio donde menciona a “la estúpida nobleza del mocho y del traidor”, y que quizás muchos lectores actuales hayan escuchado-, según Martha Robles como regenta “no tardó en tomar las riendas del poder» a pesar del “arraigado antifeminismo local», y gracias a su “instinto de mando” superó “en energía y firmeza a Maximiliano en asuntos políticos”.
Así, Carlota fundó escuelas y academias, decretó que la educación fuera gratuita y obligatoria, buscó mejorar las vías de comunicación y los transportes como fue el caso del ferrocarril México-Veracruz, y según la investigación de Igler, también “limitó el horario laboral, los castigos corporales y el trabajo infantil”.
Siempre de acuerdo con las dos investigadoras entrevistadas por la BBC, Carlota creó una junta protectora de menesterosos e indígenas; y en el consejo de ministros era “bastante autoritaria” y no aceptaba que se discutieran los asuntos que requerían aprobación (“sin cambiarles ni una coma”, se diría ahora), pero todo comenzó a venirse abajo cuando aquel imperio perdió el apoyo militar de Francia.
El resto de esa historia es muy conocido: Carlota viajó a Europa en búsqueda estéril de apoyos, perdió la razón hasta el final de sus días en 1927, a Maximiliano le dijeron 60 años antes que ella había muerto, y fue fusilado en 1867 en el Cerro de las Campanas que ahora se conserva como un sitio histórico con una capilla donde estuvo el paredón y una estatua intencionadamente enorme de Juárez en lo más alto del monte, junto al campus la Universidad Autónoma de Querétaro.
Según la historiadora Martha Robles en sus declaraciones a la BBC, el Segundo Imperio constituyó «uno de los capítulos más tremendos y surrealistas de la historia de México». Tan fue así, que a principios de este septiembre el colega Miguel Ángel Sánchez de Armas mencionó en un artículo difundido por el Club Primera Plana, que una serie de cuadros y una litografía que sobre la ejecución hizo el pintor impresionista francés Édouard Manet (1832-1883), “enfurecieron a Napoleón III, Le Petit Caporal, y a su corte, pues el pelotón de fusilamiento viste el uniforme de las tropas galas, en alusión a quiénes fueron los verdaderos responsables del destino del fallido emperador de México”.
Así mismo, en la reproducción de un periódico francés de aquella época que compramos en el Cerro de las Campanas, en la nota titulada ‘Mort de Maximilien, empereur du Mexique’, el pelotón de fusilamiento que aparece en el dibujo con que se ilustra la información (ver la foto), no sólo tiene uniformes presuntamente franceses, sino que su aspecto físico también lo es, con el cabello y las barbas rizadas igual que las del austriaco.
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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
Cédula profesional 8116108 SEP
antonio.aspiros@gmail.com