- Por Norma L. Vázquez Alanís/(Primera de dos partes)
Clase Turista
El comercio de libros entre la península ibérica y la América colonial, en especial con Nueva España, es un tema histórico poco abordado por los especialistas a pesar de su trascendencia para el desarrollo cultural de las tierras conquistadas, además de que desde Madrid, Castilla y Andalucía se distribuían todos los impresos extranjeros, como le llamaban en esa época a los libros que no se producían en el reino.
Así lo expuso la doctora en Historia por la UNAM Olivia Moreno Gamboa en su ponencia ‘El comercio de libros. De Sevilla a México’, con la que se inició el ciclo de conferencias Historia del libro en Nueva España, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) Fundación Carlos Slim, la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La doctora Moreno Gamboa explicó que en la denominada Carrera de Indias el tema del libro es muy amplio porque se trata de la manera como se llevaba a cabo este comercio internacional o en el espacio marítimo del Atlántico, además de que es un tópico acerca del cual se siguen haciendo muchas investigaciones tanto en España como en América Latina.
La ponente centró su plática en el tema del comercio, es decir, lo que concierne a la venta y distribución de las obras como una mercancía, aunque reconoció que la historia del libro toca muchos temas con interdependencia entre ellos, pues no se puede hablar del comercio sin hablar de la imprenta, no se puede mencionar la circulación de libros sin hacer referencia a la inquisición, al control y la censura que ejercían los tribunales del Santo Oficio en el mundo hispánico, o sin hacer alusión a la materialidad del libro, porque son muy importantes la tipografía y el diseño para comprender cómo se difundían los textos, a través de qué soportes, con qué estilos y qué impacto tenía esto en los lectores.
La historiadora tomó como referencia al comerciante andaluz Juan Leonardo Malo Manrique, también conocido como Juan Leonardo Manrique, porque, dijo, en esa época todos los libros extranjeros se concentraban en Castilla y Andalucía para enviarse a América, e indicó que la trayectoria de este personaje permite ejemplificar una de las muchas formas o modalidades de llevar a cabo el comercio de libros entre España y las colonias de ultramar en los puertos del virreinato.
Juan Leonardo era originario de la villa de El Arahal, en Andalucía, donde nació hacia 1690 y muy joven se trasladó a Sevilla para incursionar en el comercio indiano; fue cargador y comerciante en la Carrera de Indias durante la primera mitad del siglo XVIII, su principal actividad económica entre 1720 y 1750 fue el comercio ultramarino entre Sevilla y la Nueva España, en particular de libros al mayoreo.
Explicó la doctora Moreno Gamboa que el término “cargador” se aplicaba a aquellos comerciantes o individuos que embarcaban mercancías en las flotas que iban a América, para lo cual debían tener una licencia en los consulados de comercio, ya fuera en los de la península o los americanos.
Asimismo, los consulados eran un tribunal que ayudaba a solucionar pleitos entre los mercaderes para cobrar las fortunas de los indianos que morían en América o de los comerciantes peninsulares y tuvieron un control severo del comercio de un lado y otro del Atlántico, pues para dedicarse a esta actividad se requería formar parte de un consulado tras cumplir con ciertas características. El gremio de comerciantes sólo lo integraba un grupo selecto de mercaderes mayoristas que formaban parte de los consulados.
La Carrera de Indias, un monopolio
Se conoce como Carrera de Indias al monopolio comercial que tuvo Castilla con las posesiones en América, en virtud de que descubrió, conquistó y evangelizó los territorios de ultramar, de manera que la navegación de barcos y el tránsito de pasajeros sin mercancías estaba limitado a puertos únicos de salida y entrada; en el caso de Castilla el puerto único de salida hasta principios del siglo XVIII fue Sevilla y conforme aumentó el tonelaje de los barcos se cambió al puerto de Cádiz, cuya situación geográfica facilitaba el comercio por estar abierto al mar, mientras Sevilla era un puerto fluvial que navegaba por el río Guadalquivir hasta encontrar la salida al atlántico, apuntó la doctora Moreno Gamboa.
Estos puertos únicos servían para tener un control eficiente de la navegación y del cobro de impuestos, que era uno de los propósitos del reino, a través de la Casa de Contratación, encargada de organizar todo el tráfico tanto de barcos, como de mercancías.
Una de las particularidades de la Carrera de Indias era la navegación por medio de flotas y galeones, que aumentaban el número de barcos y su volumen. Para la primera mitad del siglo XVIII, las flotas estaban conformadas por diez o 15 barcos mercantes con capacidad de entre 300 y 500 toneladas e incluso más grandes y tenían la protección de barcos de guerra de la Corona Española contra los ataques de los enemigos.
(Concluirá)