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19 diciembre,2025

Bicentenario natal de Margarita Maza de Juárez

  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

RedFinanciera

Los medios de información NO deberían poner fotos de Trump cuando publican notas relacionadas con él. Verlo también es muy desagradable.

Permitan los lectores rescatar parte de lo que escribí hace 20 años, ahora que vamos a celebrar el bicentenario natal de Margarita Maza de Juárez, a quien el gobierno le quitará el apellido de casada en los actos y la papelería oficiales durante 2026.

Lo titulé ‘Aquella Primera Dama’, lo difundí a través de la agencia informativa Notimex y otros medios, y tuvo buena aceptación. Pero, antes de compartirlo nuevamente, aporto un dato familiar y dos coincidencias:

1.- El parentesco de mi amiga y colega periodista Tere Gurza Orvañanos con aquella Primera Dama, ya que su abuela Luz María Maza Flores Alatorre de Orvañanos, fue hija de Antonio Maza Maldonado, sobrino carnal de Margarita Maza e hijo de su hermano Antonio.

2.- Las coincidencias: Margarita nació en 1826 y mi madre, María Teresa, un siglo después, en 1926 (la recordaremos en su centenario el 27 de febrero). Y Manuela, la primogénita del matrimonio Juárez Maza, nació en 1844 y yo -primogénito también- un siglo después, en 1944.

Margarita Eustaquia Maza Parada, esposa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, nació en la ciudad de Oaxaca el 29 de marzo de 1826 y el próximo 2 de enero se cumplirán 155 años de su fallecimiento “después de una prolongada y dolorosa enfermedad”, como señala una de las esquelas publicadas entonces.

Bastaría con leer las diez páginas que le dedica la académica, ensayista y novelista Sara Sefchovich en su libro La suerte de la consorte (Océano, 1999), para sentir admiración por esta virtuosa mujer que tuvo 12 hijos, perdió temprana y penosamente a cinco, vivió lo mismo como nómada que en el “incómodo y lóbrego” Palacio Nacional, y murió a los 44 años después de casi 28 de ejemplar y austero matrimonio. Siempre admiró, apoyó y estuvo enamorada de su marido.

En las páginas de este libro encontramos no sólo el retrato impactante de una madre y esposa que no se arredró ante las adversidades y que cargó como misionera su casi permanente infelicidad y su falta de salud, sino también el de un hombre que fue -como consta en sus cartas- un padre y compañero que prodigó amor a su familia y la protegió cuando a él lo persiguieron sus enemigos políticos.

Margarita Maza de Juárez (1826-1871) era 20 años menor que don Benito. Justo Sierra la definió como “una mujer encantadora, toda dulce simpatía y porte y dignidad señorial”. Dedicó la mejor época de su vida a la maternidad, desde los 18 hasta los 38 años, cuando nacieron nueve mujeres y tres hombres: Manuela (1844), Felícitas (1845), Margarita (1848), María Guadalupe (1849), Soledad (1850), Amada (1851), Benito (1852), las gemelas María de Jesús y Josefa (1854), José María (1856 o 57), Jerónima Francisca (1859 o 60) y Antonio (1864).

 

El matrimonio Juárez Maza tenía diez años de haberse formado, cuando en 1853 Antonio López de Santa Anna desterró a Juárez de Oaxaca y Margarita debió esconderse en Etla, donde trabajó para mantener a los hijos y enviarle dinero a su esposo, que estaba exiliado en Nueva Orleans después de dejar la prisión de San Juan de Ulúa.

Allí comenzó para la familia del benemérito una vida de peregrinos. Siendo Juárez presidente o funcionario, su esposa e hijos entraban y salían de la ciudad de México según ganaran o perdieran la plaza los liberales, y mucho tiempo vivieron lejos del padre y sin recursos suficientes, y llegaron a cruzar penosamente la Sierra Madre Oriental para unirse con él.

Durante la intervención francesa Margarita formó una junta de caridad con otras señoras para reunir fondos destinados a los hospitales de sangre, y cuando el presidente debió salir de la capital por la llegada de Maximiliano, envió a su familia, incluidos su yerno Pedro Santacilia y su nieta, a Estados Unidos, donde, según reportó desde Nueva York el periodista en el exilio Francisco Zarco, el 28 de marzo de 1866 la primera dama de México asistió a una recepción del presidente Andrew Johnson en la Casa Blanca; el 3 de abril le ofreció otra el secretario de Estado, Seward, y el 6 le dedicó un baile el general Ulyses Grant.

“La presencia de la señora Juárez, esposa del Presidente de México en la ciudad de Washington ha dado mucho qué decir en la prensa y en los círculos diplomáticos”, escribió Zarco en abril de 1866 para el periódico argentino La Tribuna de Buenos Aires. “Asistió a una recepción de Mr. Johnson; fue obsequiada con un baile por el general Grant, y por Mr. Seward con una comida a que concurrieron los representantes de algunas repúblicas hispanoamericanas, y los ministros de Rusia y España, lo cual provocó toda la bilis del periódico que es aquí órgano de la política francesa. En este convite Mr. Seward brindó porque antes de un año haya regresado el Presidente Juárez a la ciudad de México”.

Sefchovich comenta que, “cuando por fin los franceses salieron del país, el gobierno norteamericano se puso a adular a doña Margarita para así agradar a su marido que encabezaba a los triunfadores”.

Y ella tuvo que acudir a esos actos sin mucha convicción y ataviada -le escribió a su esposo- con “un vestido que me compraste en Monterrey hace dos años, el único que tengo regular (…) y unos aretes que me regalaste un día de mi santo”.

Esta singular consorte perdió en Nueva York a sus hijos José María y Antonio, y volvió a México en 1867 con los dos cadáveres embalsamados tras el triunfo de la República. Margarita regresó ya muy enferma, y murió el 2 de enero de 1871 en una casa de campo que tenían en San Cosme (actual calle de Serapio Rendón número 2, Ciudad de México). Sus restos están depositados al pie del mausoleo del benemérito en el Panteón Nacional de San Fernando, y en el otro extremo descansan sus cinco hijos muertos en la infancia: José María, Antonio, María Guadalupe, Amada y Francisca.

El 27 de diciembre de 1966, a propuesta del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, el nombre de Margarita Maza de Juárez fue inscrito con letras de oro en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados.

José Antonio Aspiros Villagómez

Licenciado en Periodismo

Cédula profesional 8116108 SEP

antonio.aspiros@gmail.com

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