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15 diciembre,2025

Pénjamo: donde el paisaje huele a agave y el alma sabe a tequila

  • Una ruta que combina tradición, paisaje, sabor y memoria, operada con la sensibilidad y el arraigo de XANHARATI
  • Por Alejandra Pérez Berna/Enviada

Clase Turista

GUANAJUATO.- Hay lugares que se recorren despacio, como si el corazón marcara el paso. Pénjamo, en Guanajuato, es uno de ellos: un destino que envuelve, que conquista y que empieza a enamorar desde la carretera.

El azul del agave se extiende como un mar silencioso, el aire se vuelve más tibio y la tierra parece susurrar historias que llevan siglos madurando bajo el sol.

Si existe una experiencia que resume esta identidad vibrante es el Circuito del Tequila, una ruta que combina tradición, paisaje, sabor y memoria, operada con la sensibilidad y el arraigo de XANHARATI.

La primera postal del viaje aparece en Rancho Coyote, donde la quietud del campo solo se rompe con el sonido firme de la coa que corta el agave. Ahí, Luis Fernando Hernández, de Tequilera Orgullo de Pénjamo, comparte su mundo con una calma que contagia. Habla de la tierra como quien habla de la familia. Enseña a jimar con un respeto que se siente casi sagrado.

Con su tequila Orgullo de Pénjamo nos demuestra el peso del agave, su aroma dulce impregnado en las manos y el sol calentando la piel te recuerdan que el tequila no se fabrica… se cultiva, se espera y se honra.

Después, el camino lleva a Tequilera Real de Pénjamo, donde el vapor de los hornos recibe como un abrazo tibio. El aroma del agave cocido llena el aire, la fermentación murmura, los alambiques brillan. Javier Arroyo guía el recorrido con la precisión de quien conoce cada tornillo, cada válvula, cada secreto. Ver caer el tequila recién destilado es presenciar un nacimiento luminoso.

 

Más adelante, Ale Arroyo transforma el momento en un ritual íntimo con una cata que despierta los sentidos: madera, vainilla, fruta madura, tierra mojada… notas que cuentan su propia historia.

Y entonces surge la silueta inconfundible de la Hacienda Corralejo, custodiada por palmeras que se alzan como gigantes guardianes. Entrar aquí es ingresar a una pintura viva: muros coloridos, patios amplios, hornos antiguos, barricas que susurran secretos entre sombras y luz. Todo huele a tradición, a memoria, a fuego y a tiempo.

En este lugar vivió Miguel Hidalgo y Costilla, y su legado se respira en los museos y en cada rincón donde el pasado sigue caminando a paso lento. El Museo del Vino y la Botella, con cerca de 3,000 piezas, sorprende y deslumbra; mientras que innovaciones como el tequila 99,000 Horas o el whisky Prohibited Ley Seca recuerdan que Corralejo también mira hacia adelante con audacia.

El recorrido termina con una mesa que parece un abrazo colectivo. Las cocineras tradicionales del colectivo “El Alma de la Cocina” sirven un festín que emociona:
caldo de xoconostle que perfuma el aire, tortilla gruesa coronada con cecina y nopal, mole de conejo que sabe a hogar, chamorro que se deshace solo, y un buñuelo crujiente con mermelada de tomate verde y fresas. Cada platillo es un pedazo de historia contado en voz baja.

Pénjamo es un destino que se siente, que vibra, que permanece. Aquí el tequila no solo se prueba: se escucha, se toca, se aprende, se comparte. Esta ruta no es un simple paseo; es una invitación a conectar con la esencia profunda de Guanajuato.

Cuando terminas el Circuito del Tequila entiendes algo: quizá llegaste por la bebida… pero te quedas por todo lo que Pénjamo te hace sentir.

Y si quieres prolongar esa sensación, Pénjamo tiene varios hoteles lindos donde puedes hospedarte. Uno de ellos es el Hotel Corral del Piedra, acogedor, cómodo y perfecto para descansar tras la ruta.

Y para arrancar el día con buen sabor, nada como desayunar en el restaurante Buen Provecho, famoso por su cocina casera y su ambiente cálido que se disfruta desde el primer bocado.

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