- Por Luis Martínez Alcántara
Este 23 de noviembre de 2025, el mundo católico se detiene para celebrar un momento histórico: cien años de la solemnidad de Cristo Rey.
Un siglo completo desde que la Iglesia, en medio de turbulencias sociales y espirituales, decidió recordar al mundo que el amor, la verdad y la justicia tienen un nombre y un rostro.
Hoy, ese llamado resuena más vivo que nunca, como un eco que atraviesa generaciones y corazones.
Hace cien años, la humanidad buscaba respuestas entre guerras, persecuciones y profundas heridas.
Y en ese escenario, surgió la proclamación de Cristo Rey como una luz potente, un recordatorio de que la dignidad humana no se negocia y de que la esperanza siempre renace.
Hoy, en un mundo igualmente herido, esta fiesta se levanta como un faro que nos invita a mirar hacia lo alto sin olvidar la tierra que pisamos.
Para miles de creyentes, esta celebración no es solo un aniversario litúrgico; es un testimonio de fe que ha acompañado mártires, familias, comunidades enteras.
Es el “¡VIVA CRISTO REY!” que resonó en labios de quienes defendieron la libertad de creer y amar.
Es la coronación del que reina no desde un trono de poder, sino desde una cruz que abraza a la humanidad entera.
Cien años después, el mensaje sigue siendo sorprendentemente actual.
En un tiempo de confusiones, prisas y rupturas, Cristo Rey vuelve a invitarnos a reconciliarnos, a construir, a mirar al prójimo con compasión y a apostar por un Reino que comienza en gestos pequeños: una mano tendida, un perdón sincero, una fe que inspira servicio y no dominio.
Hoy, la Iglesia celebra con gozo, pero también con una profunda gratitud. Porque después de cien años, seguimos recordando que no estamos solos, que hay un Rey que camina con nosotros, que sostiene, que acompaña, que transforma.
Y por eso, con la misma fuerza que hace un siglo, el corazón de millones vuelve a cantar: ¡VIVA CRISTO REY!
