23.9 C
Mexico City
25 noviembre,2025

1984: ¡Amarás al Gran Hermano!

  • Por Glen Rodrigo Magaña / HOMO ESPACIOS

Clase Turista

Olvídate de Orwell; el manual de la sumisión se escribe a diario en el brillo de tu pantalla. La compañía francesa Collectif 8, construye una jaula para reflejarnos: un panóptico asfixiante de telas donde se proyecta el evangelio de la servidumbre digital. La crónica brutal de cómo el sistema nos despoja de todo -incluso de nuestro propio odio-, para obligarnos a pronunciar la blasfemia final, traicionarlo todo y amar al verdugo. No es una crítica teatral, es la autopsia de nuestra decadencia, donde el único Partido Interior y su líder, dominan a voluntad y capricho al 85 por ciento de los “proles”. ¿Identificas esta simulación que enmascara la realidad? Continúa leyendo.

La adaptación de 1984 de la compañía francesa Collectif 8, presentada en el Festival Cultura UNAM, no es un homenaje a George Orwell; es una autopsia brutal y sin anestesia de los gobiernos y la sociedad contemporánea. Dirigida y adaptada de forma brillante por la actriz, directora, dramaturga y diseñadora de vestuario Gaële Boghossian, esta obra de 95 minutos es un espejo roto que nos devuelve una imagen grotesca y terriblemente íntima de nuestra propia sumisión al totalitarismo en formato digital o en lenguaje actual “para el Instagram”.

El escenario es una jaula de telas translúcidas que proyecta la náusea de esta era hiperconectada: un bombardeo incesante de imágenes sin sentido e idiotizadas, vigilancia algorítmica y la propaganda siempre engañosa del “Partido”, que se materializa en el encarcelamiento voluntario de nuestras pantallas de bolsillo.

La sobreinformación se convierte en una herramienta de control más eficaz que la censura. ¿Para qué prohibir libros si puedes ahogar a la población en un océano de banalidad, fake news y contenido irrelevante? Así es el nuevo “Doblepensar”: la capacidad de sostener la verdad y la mentira simultáneamente, hasta que la distinción se vuelve irrelevante y la mente, agotada, renuncia al pensamiento crítico.

Los gobiernos y los partidos políticos han aprendido la lección, ya no necesitan policías del pensamiento, tienen algoritmos, campañas de desinformación y ejércitos de bots. Usan la “Neolengua” de sus eslóganes populistas y los hashtags polarizantes para destruir el matiz y atomizar a la sociedad, acompañado por prensa comprada o silenciada. Nos dividen para controlarnos, nos vigilan para predecirnos y nos manipulan para que creamos que nuestras cadenas son una elección libre. Recuerda el lema del Partido: “Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza”.

Encadenados en la tortura por pensar y, aún más atrevido, sentir, aparecen nuestros protagonistas Winston y Julia, colgados como marionetas, donde el titiritero O’Brien, principal antagonista de la novela 1984 de George Orwell, es la figura del terror, uno de los principales sirvientes del Gran Hermano, que personifica el poder absoluto de la totalitaria Oceanía y la crueldad psicológica del Partido.

Imagina que todo aquello que amas es prohibido o, como dijera O’Brien: “Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, imagina una bota aplastando un rostro humano… para siempre”.

La cultura es un instrumento político donde el arte solo sirve al sistema y a la soberbia de su élite. Leer, escribir, emitir alguna opinión o realizar un cuestionamiento introspectivo, por mínimo que sea, es inaceptable y castigado. El crimen principal no es la acción, sino el pensamiento: el “Crimenmental”. Las relaciones sexuales, enamorarse o cualquier apego sentimental e incluso el cariño familiar, son pecados capitales. Las leyes solo aplican para el beneficio del gobierno. El odio es expresado a nivel nacional en los “Dos minutos de odio”, emitidos únicamente en contra de los opositores a este régimen, esto es un mandato diario, transmitido por todos los medios de comunicación.

Entiende de una vez por todas: ¡Amarás al Gran Hermano! Esa es tu única razón de existir. Obedece, aplaude y realiza todo lo que el Partido te solicite. Ah, ¿te resistes? Intenta hacer lo contrario y terminarás como nuestros protagonistas, en la Habitación 101. Ahí serás confrontado con tu peor miedo, aquello que te cause el terror más absoluto e insoportable. ¿No lo crees? Bueno, Winston se enamoró de Julia; pudieron quebrarlo en todo, menos en su sentimiento hacia esta trabajadora mecánica del Departamento de Ficción del Ministerio de la Verdad, pero ¿escuchas ese chillido de ratas caminando hacia tu rostro? Ellas son carnívoras y comenzarán a devorarte. Primero sentirás sus dientes como agujas en tus párpados para después desgarrar tus globos oculares mientras te encuentras completamente inmovilizado. Eso estaba a punto de sucederle a Winston, pero en su proceso de “reeducación”, cedió y exclamó en un grito desgarrador: “¡Paren! ¡Por favor! ¡Háganselo a ella! ¡Háganselo a Julia!”.

Al detenerse de inmediato este mecanismo de aprendizaje, su adoctrinamiento fue completado con ideologías triunfalistas de Oceanía, la filosofía del Partido y montajes en video de la gran bondad de su líder. Winston terminó hincado, completamente despersonalizado, gratamente sumiso ante el Partido, convencido a plenitud de la grandeza de su mandatario. En su mente vagaban algunas imágenes de sus padres cuando era niño, de su cariño, y justo antes de recibir un balazo en la cabeza, solo por regocijo de su torturador, mencionó desde lo profundo de su ser, con rostro de completa redención: “¡Amo al Gran Hermano!”.

La dirección de Boghossian utiliza la creación de video de Paulo Correia como el ojo omnipresente del Gran Hermano. En el escenario, los actores Paulo Correia, Damien Remy y Judith Rutkowski encarnan estados de paranoia, rebeldía fracturada y aniquilación final. Son especímenes bajo el microscopio de un sistema que ya no necesita muros físicos porque ha colonizado la percepción misma.

La crítica internacional, testigo de esta distópica adaptación orwelliana, la describió como una «zambullida glacial en el totalitarismo» y una «máquina implacable que tritura al individuo», reporta el diario La Provence. Théâtral Magazine va más allá, sentenciando que «El Gran Hermano ya no es un retrato en la pared, sino el flujo incesante de imágenes de video que nos ahoga. Invoca el fantasma de Orwell para abofetearnos con nuestro propio reflejo».

El poder, como le explica O’Brien a Winston, no es un medio, sino el fin último: “El objetivo del poder es el poder”. Así, la adaptación del Collectif 8 escenifica esta verdad con una crueldad tan cercana como actual; la «reeducación» de Winston no busca información, busca su desintegración. La traición a Julia no es el clímax, es un mero trámite burocrático en el proceso de vaciar a un ser humano de su esencia. Es el triunfo absoluto del sistema sobre el individuo, donde todos tus pensamientos, sentimientos y voluntades queden dominados por un único personaje, el líder, su movimiento partidista y su aparato gubernamental: ¡Amarás al Gran Hermano!

Artículo anterior
Artículo siguiente

Related Articles

últimos articulos