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25 noviembre,2025

El Rincón del Giróvago

  • Entre el espejismo del crecimiento y la fractura ecológica
  • J. Alejandro Gamboa

RedFinanciera

Cuando pienso en la economía de México y en la de Estados Unidos, me resulta imposible no volver a las páginas de Marx y a algunas lecturas críticas que nos han enseñado que el capitalismo no es solamente un sistema de producción, sino una relación que articula a la sociedad con la naturaleza. Ello me ayuda a ver con otros ojos las cifras, los discursos oficiales y los “éxitos” que ambas economías presumen.

Estados Unidos es en realidad acumulación por desposesión camuflada de innovación. Se muestra como la gran potencia tecnológica y financiera. Sin embargo, detrás de esa fachada observo lo que un autor llamado Jason W. Moore llama la “fractura metabólica”: la desconexión entre los ciclos naturales y la lógica insaciable de acumulación.

Silicon Valley ha presumido inteligencia artificial y biotecnología, pero su cadena de valor depende del extractivismo global: litio de Bolivia, cobalto del Congo, maquilas en Asia. La agricultura industrial estadounidense inunda al mundo de maíz y soya, pero lo hace con monocultivos intensivos que agotan suelos y destruyen comunidades rurales.

Marx habló de la acumulación originaria; Moore muestra que esa violencia no es un pasado remoto, sino una acumulación permanente por desposesión. Hoy Estados Unidos mantiene su hegemonía gracias a guerras, tratados asimétricos y control tecnológico, no gracias a una supuesta eficiencia intrínseca.

México aún dependiente. Las reformas de las últimas décadas se han presentado como “modernización”. El TLCAN primero y el T-MEC ahora son señalados como motores de integración y crecimiento. Pero, esperemos que las decisiones de hoy no profundicen nuestra condición dependiente, sembrada por décadas.

El campo mexicano está sometido a semillas transgénicas, agroquímicos y dependencia alimentaria. La autosuficiencia aún no es parte de una realidad. De otro lado, la industria automotriz y de exportación presume empleos y grandes inversiones, pero se sostiene sobre salarios aún bajos y precariedad laboral. Según informaciones diversas, la plusvalía mexicana alimenta cadenas de valor que terminan en Detroit, Shanghái o Berlín.

La informalidad (ambulantaje y otras formas de economía no regulares) y el ejército de reserva laboral urbano, me recuerdan la “superpoblación relativa” de la que hablaba Marx, siempre disponible para abaratar costos.

 

México, al igual que muchos países periféricos, encarna lo que Enrique Dussel ya advertía, que el capitalismo mundializado necesita una periferia a la que pueda despojar constantemente de riqueza natural y humana.

Un espejismo más. Tanto en Estados Unidos como en México se mide el éxito económico con el PIB, como si el crecimiento bruto significara bienestar. Pero nuestros autores advierten que esa métrica ignora los costos ecológicos y sociales.

Estados Unidos crece, pero lo hace al precio de una crisis climática que él mismo alimenta con sus emisiones y su consumo desmedido. México crece en exportaciones, pero al precio de acuíferos sobreexplotados, ríos contaminados y migraciones.

El crecimiento, cuando se mide sin contexto, es un espejismo para alimentar a los medios de comunicación y crear narrativas falsas. La realidad es que ambos modelos están consumiendo el futuro de sus pueblos y del planeta.

Aunque no todo es negativo. En Estados Unidos hay movimientos laborales emergentes que recuperan la idea de que el trabajo no puede ser totalmente subsumido por el capital. En México, comunidades que defienden sus bosques, ejidos y aguas, recordándonos que aún persiste otra forma de hacer las cosas a través del trabajo vivo enraizado en la tierra, de la que hablaba Dussel.

Esos brotes son frágiles, pero me muestran que el capitalismo no ha conseguido borrar todas las alternativas.

Como seres humanos, nuestra relación con la naturaleza y con el trabajo debiera superar la lógica de la acumulación sin límites y recuperar la idea de que la economía debe estar al servicio de la vida, no al revés.

Por cierto, celebro que he terminado el primer tomo de El capital que confirma mi idea de que Marx no es un autor muerto. Como lector y ciudadano, no puedo mirar nuestras economías sin ver lo que se esconde tras los números: la expropiación continua de cuerpos (las personas), los pueblos y la naturaleza.

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