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01 abril,2025

El Ágora

  • El exterminio, más allá de la semántica
  • Octavio Campos Ortiz

Clase Turista

El hallazgo que hicieron madres buscadoras en el rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco exhibió la pérdida de gobernabilidad en el país, lo que posibilita que el crimen organizado opere con toda impunidad en detrimento de la seguridad nacional y ciudadana, amén de mantener ensangrentado el territorio nacional. La delincuencia se ha convertido en jinete apocalíptico que cabalga sobre las praderas del narcotráfico, la trata de personas, el comercio de armas, el secuestro, la extorsión y el lavado de dinero.

Las autoridades claudicaron en la función primigenia de todo Estado: preservar la vida y el patrimonio de los ciudadanos. Antepusieron la connivencia oficial con las mafias a la seguridad y paz social que merecen los mexicanos. El país pasó de ser el trampolín de las drogas hacia el mercado más grande del mundo a una sociedad de consumo con grandes problemas de adiciones y se sacrificó la tranquilidad ciudadana para gozar de una paz narca. Se desbordó la violencia e incluso las mafias aniquilaron la organización ciudadana de las elecciones con el asesinato de políticos o aspirantes, la imposición de candidatos, el amedrentamiento de votantes y el financiamiento de campañas para lavar dinero. Cerca de 250 mil homicidios dolosos caracterizan a las administraciones de la 4T.

Disfrazaron la connivencia criminal con una simulada estrategia de combate a la delincuencia organizada. No solo se alentó la impunidad -que ronda el 98 por ciento-, sino que se desterró toda política de prevención del delito, más aún, se negaron a levantar la Encuesta Nacional sobre Adicciones. La negativa gubernamental de reconocer la violencia incluyó la existencia de las masacres y pretendieron ocultarlas con el recurso semántico del número de muertos, “no fue masacre sino enfrentamiento entre bandas rivales”, como si la muerte de algunos sicarios fuera consuelo ciudadano o  el asesinato de inocentes a manos incluso de policías y militares se redujera a daños colaterales.

La presión de la Casa Blanca sacó a la luz pública otra farsa semántica: el fentanilo. Aquí no se produce ni exporta la droga sintética, mucho menos se consume, se esforzaban en propagar el gobierno, sus testaferros y voceros aliados, pero cuando el republicano apretó las tuercas, milagrosamente aparecieron y fueron destruidos, en dos meses, decenas de laboratorios clandestinos que fabricaban el opiáceo y se aseguraron millones de pastillas del estupefaciente sintético solo para satisfacer al neoyorquino que los tiene con una bota en el cuello, además de reconocer que la juventud mexicana sí consume el fentanilo.

Otra de las inexisten políticas públicas de los morenistas es la de enfrentar el grave delito de las desapariciones forzadas, las cuales se han incrementado en los últimos siete años, además de negarse, como dice el clásico, a ver y oír a las madres buscadores, expresión dolorosa de la sociedad civil a la que mucho menos apoyan. Como judíos errantes, los colectivos de madres y familiares de mexicanos secuestrados o desaparecidos -muchos de ellos exterminados-, cavan y cavan en terrenos agrestes para encontrar a sus seres queridos para darles cristiana sepultura, sin que en Palacio Nacional volteen a verlas, prefieren blindar la fortaleza virreinal que reunirse con las luchonas señoras.

El hallazgo que hicieron las madres buscadoras en el rancho Izaguirre, cateado por las autoridades el año pasado y donde liberaron a dos personas secuestradas, demuestra que los narcotraficantes y sus sicarios cuentan con centros de reclutamiento -a través de falsas ofertas de trabajo- adiestramiento y extermino de gente inocente. Ante las evidencias, nuevamente el gobierno de la 4T pretende negar o minimizar una realidad. En el pasado, se hizo uso de los “pozoleros”, expertos en desparecer a las víctimas del crimen organizado en tambos con químicos hasta su desintegración.

El exterminio no es cuestión de semántica que se circunscriba a la aniquilación de una población por cuestiones políticas, raciales o religiosas. El exterminio no solo se demuestra con hornos crematorios, cuatrocientos zapatos no sirvieron, como dijera un opinador, para poner cartas a los Reyes Magos.

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