- Por Norma L. Vázquez Alanís
Clase Turista
(Segunda y última parte)
Pasear por Tlalpan es alzar la vista y encontrar un minarete al estilo árabe, que como su nombre lo indica se trata de un faro que nos orienta sobre cómo dirigir el paso al Centro Histórico; es un recorrido por caprichosas calles empedradas en las cuales pareciera que el tiempo se suspende y entráramos a una cápsula que nos regala edificaciones de la época colonial, del siglo XIX y principios del XX; un ambiente que invita a fijar el ojo tras la cerradura de las rejas forjadas de las casonas que dejan escapar sus buganvilias y asoman sus mansardas labradas en fantasiosas figuras en piedra, o en sus imponentes conventos.
Así describió esta ancestral zona sureña de la Ciudad de México el periodista, maestro en Historia y escritor Sergio Almazán, quien participó con el tema Centro de Tlalpan en el ciclo de conferencias Plazas y sitios de la CDMX, convocado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carso.
Después de situar el orígen de esta área de la capital mexicana en Cuicuilco, el también cronista de la ciudad de México relató que una vez consumada la Independencia, la Constitución de 1824 estableció la división territorial del país en entidades federativas y de este modo San Agustín de las Cuevas quedó comprendido dentro del naciente Estado de México.
El pueblo de San Agustín de las Cuevas recibió el título de ciudad de Tlalpan el 26 de septiembre de 1827 y en noviembre siguiente se promulgó la ley que creó el Distrito Federal como asiento de los supremos poderes de la federación. Ese ordenamiento prevenía que el gobierno del Estado de México cambiara de sede, del Palacio de la Inquisición en la Ciudad de México al Congreso estatal de Texcoco, relató el ponente.
En enero de 1828 se realizó la mudanza de archivos y muebles en canoas, Lorenzo de Zavala presentó juramento como primer gobernador e inmediatamente decretó que los poderes se llevaran de manera provisional ese mismo año a San Agustín de las Cuevas, donde permanecieron hasta el 24 de junio de 1830, cuando se mudaron a Toluca, su lugar definitivo.
Durante los tres años en que el gobierno del Estado de México se asentó en San Agustín de las Cuevas, a la villa se le dio el carácter de ciudad y se le devolvió su antiguo nombre de Tlalpan; en 1828 se instaló la Casa de Moneda del Estado de México, donde se acuñaron 200 mil pesos en oro y 950 mil en plata, aunque en 1830 se cerró, además se estableció en Tlalpan, capital del Estado de México, un museo y el Instituto Literario, que fue el antecedente de la actual Universidad Autónoma del Estado de México. Asimismo, se colocó en la parroquia de San Agustín de las Cuevas el histórico reloj que había sido encargado a España para la catedral y se nombraron ciudadanos honorarios del estado a los exploradores naturalistas Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland.
Más adelante, en 1872 se construyó el jardín de la Plaza de Tlalpan durante la prefectura del coronel Antonio Carreón; también se declaró la primera huelga registrada en la región, la de los obreros de la fábrica de hilados y tejidos ‘La Fama Montañesa’, como consecuencia de las jornadas de 15 horas de trabajo y del despido injustificado de empleados, lo cual dio lugar a uno de los primeros movimientos obreros de México.
La modernidad llega a Tlalpan
A finales del siglo XIX la modernidad, el desarrollo y los cambios comenzaron a asomarse a Tlalpan. El 13 de marzo de 1878 se realizó la primera comunicación telefónica en la República Mexicana entre la Ciudad de México y Tlalpan desde la casona donde se estableció la oficina de telégrafos, en la cual después vivió el escritor queretano Heriberto Frías; y poco antes de que terminara ese siglo de definiciones de México, en 1891, empezó a operar el tranvía de tracción animal y el 29 de octubre de 1900 se inauguró el de tracción eléctrica que venía desde el Zócalo de la Ciudad de México hasta terminar en San Fernando, muy cerca del centro de Tlalpan, expuso Almazán.
Entre 1898 y 1900 se construyó el mercado La Paz, único de la época del porfiriato que subsiste en la Ciudad de México, los materiales y mano de obra fueron aportados obligatoriamente por los habitantes de Tlalpan. El presidente Porfirio Díaz expidió el 26 de marzo de 1903 la ley por la cual el territorio del Distrito Federal quedó dividido en 13 municipalidades y Tlalpan fue una de ellas; en ese mismo año se fundó en la antigua fábrica de San Fernando la Escuela Militar de Aspirantes con la finalidad de formar oficiales técnicos y tácticos para el Ejército.
De acuerdo con los resultados del censo de 1900, Tlalpan tuvo 15 mil 428 habitantes; además de Tlalpan y Huipulco, pertenecían a esa jurisdicción los pueblos de Chimalcoyoc, San Pedro Mártir, San Andrés Totoltepec, La Magdalena Petacalco, San Miguel Topilejo, San Miguel y Santo Tomás e incluso cuatro haciendas, 15 ranchos y tres fábricas se contabilizaban en ese registro; para 1910 la municipalidad de Tlalpan tenía más de 13 mil habitantes y la cabecera, que contaba ya con medios modernos de comunicación, llegaba a los cinco mil 900.
Tlalpan ha formado parte de la Historia de México. En 1908 Miguel Lebrija, primer aviador mexicano, hizo ensayos de vuelo en los terrenos de la hacienda de San Juan de Dios y en 1913 los cadetes de la Escuela Militar se sublevaron contra el presidente Francisco I. Madero en apoyo al levantamiento encabezado por los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz en Tacubaya.
Al tomar éstos el Palacio Nacional, se inició la famosa Decena Trágica. Ruiz y los cadetes fueron fusilados y la Escuela Militar fue cerrada poco tiempo después. En el gobierno del usurpador Victoriano Huerta la región de Tlalpan fue zona de frecuentes combates entre fuerzas zapatistas y constitucionalistas, acciones en las cuales participaron los generales Valentín y Manuel Reyes Nava, nativos del Ajusco.
A finales de la década de los 60 del siglo XX, Tlalpan fue escenario y testigo de una nueva modernización que transformó gran parte de su escenario natural y de sus antiguas fábricas textiles y vio desaparecer hitos tlalpenses, aunque nacían nuevos como parte de la llamada Ruta de la Amistad, con 17 monumentales esculturas que conformaron el proyecto diseñado por el artista Mathias Goeritz como parte de la olimpiada cultural 1968. Así, Tlalpan presentaba a la antigua cuenca y valle de México una transformación radical y nuevamente era una ciudad moderna, metropolitana y ahora con una mirada cosmopolita como había ocurrido dos siglos atrás.
El historiador y periodista Sergio Almazán reveló que descubrió Tlalpan históricamente hablando, frente a ese maravilloso mural del artista Roberto Rodríguez -originario de Guerrero pero que vivió en esa campirana zona de la ciudad- que está en el antiguo Palacio Municipal, edificio diseñado por el arquitecto Antonio Rivas Mercado e inaugurado oficialmente en 1902.
Esa obra pictórica es una especie de códice que cuenta la historia completa desde Cuicuilco hasta el México moderno, es decir, desde el año dos mil 500 antes de Cristo hasta 1980 con la llegada de Perisur con la zona comercial y el periférico. Comentó el especialista que entonces entendió que no estaba en cualquier lugar, sino en lo que hoy es la piedra fundacional de la ciudad de México, y agregó que esa zona fue elegida como punto de descanso tanto por los españoles en la época novohispana como por los gobernantes ya después de la Independencia.
Y los revolucionarios Francisco Villa y Emiliano Zapata, al pasar por Tlalpan para firmar el Pacto de Xochimilco, vislumbraron una Ciudad de México multidiversa, porque no es lo mismo el Centro lleno de esa arquitectura palaciega novohispana, que ese Sur de las casas de descanso bañadas por las aguas de las Fuentes Brotantes, la vegetación y las fábricas de textiles en este escenario abrazado por la serranía y los volcanes.
Almazán invitó al público a visitar Tlalpan, recorrer el mercado de La Paz, degustar las tortas de la Cantina Jalisciense que abrió sus puertas en la década de 1870, contemplar la capilla de la Virgen del Rosario, y a que entren a la capilla del convento de las Capuchinas, obra del sensible y profundo arquitecto que fue Luis Barragán. Además, precisó que Federico Gamboa, quien muchos decían era de Chimalistac, fue nativo de Tlalpan; su casa estaba enfrente de la famosa casa Frissac, que forma parte de la leyenda de Chucho el roto.
Esas cosas son únicas en Tlalpan y lo convierten en un emblema para presumir del origen de la transformación, de la resistencia, de la Historia y de la perseverancia por conservar su memoria. Tlalpan es un punto referencial para entender, para reconocer y apreciar la grandeza mexicana y en especial la grandeza histórica del valle de México, concluyó Almazán.