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22 noviembre,2024

Textos en libertad/El sismo del 85 y los estudiantes de secundaria

  • José Antonio Aspiros Villagómez

Clase Turista

         El próximo jueves serán recordadas una vez más las ¿diez mil? víctimas del terremoto del 19 de septiembre de 1985 en México, entre ellas varios estudiantes y una mamá que quedaron bajo los escombros de la Escuela Secundaria Diurna número 3 ‘Héroes de Chapultepec’, ubicada en la avenida Chapultepec 183 de la capital del país.

         Cada año, ex alumnos de ese plantel incluidos algunos que estuvieron en la banda de guerra, con redobles de tambor, toque de corneta y lista de presentes rinden homenaje póstumo a sus compañeros fallecidos. Durante la pandemia lo hicieron a las puertas del plantel, y después también en la calle porque los empleados escolares no les han permitido hacerlo adentro.

         Tampoco los han dejado -se quejan- “participar en las últimas ceremonias de fin de cursos donde se había hecho tradición premiar” a los estudiantes de los tres grados con mejor promedio escolar, y entregar un premio especial otorgado por el ex alumno Enrique Dávila Meza a quien hubiera tenido la calificación media más alta en los tres años cursados.

         Víctor Cabrera, quien hizo el primer año en la secundaria 3 en 1985 y terminó sus estudios en los rumbos de Coyoacán debido al sismo, publicó en el aniversario XXIII de esa tragedia un dramático testimonio en tercera persona titulado “El niño que fui en la Secundaria No. 3” (asuntosdomesticos.blogspot.com/2008/09/23-aos-despus.html), donde da detalles de lo ocurrido.

         Ahí menciona que iba el prefecto a tocar la campana para que los alumnos se formaran y desfilaran hacia los salones, cuando “el niño que fui comenzó a escuchar el murmullo: era un rumor… que se propagó rápidamente hacia todos los extremos del solar… «está temblando», le confirmó alguno de sus compinches… Puedo afirmar que en aquel momento no llegaba aún el miedo a ese patio, donde privaba un aura de comunión… que crecía entre carcajadas a medida que el vaivén del suelo subía de intensidad.”

Aquel niño “no supo en qué momento aquello dejó de ser divertido ni quién fue el primero en callar, pero, en todo caso, el contagio fue inmediato: las risas y la gritería se apagaron en un instante y les siguió, como ordenado por un invisible director de orquesta, un silencio repentino… no sepulcral, no absoluto: era un silencio en medio del estruendo que … nacía y se multiplicaba debajo de sus pies y ganaba altura, haciendo ondular el piso y crujir la estructura de la construcción hasta hacer estallar sus vidrios en un orden pasmoso: en filas, uno a uno, de abajo hacia arriba: primero los de la biblioteca, en la planta baja y luego el resto, piso por piso hasta llegar al tercero.”

         Cabrera detalló cómo fueron su reacción y las de otros alumnos, y lo que ocurrió después en su ámbito familiar, pero no mencionó a las víctimas en su relato, que fue difundido también en un video (www.youtube.com/watch?v=xG9mxygGIh0).

         Lo que sí narró, fue que había visto “por última vez al muchacho de tercero, el de las muletas, subiendo las escaleras antes que el resto de los alumnos, como hacía cada mañana para no entorpecer el avance de las hordas hacia sus salones”. ¿Acaso fue ese estudiante con muletas una de las víctimas?

         En la lista de fallecidos que cada año recuerdan los socios de la Fundación Amigos de la Secundaria 3, figuran tres alumnos de tercer año: Guillermo Martínez Jiménez, Conrado Jiménez Villalpando y Alejandro Escobar Gutiérrez; uno de primero, Juan Gabriel Pacheco Islas, y dos de segundo: Francisco Javier Vázquez Jiménez y Ángel Lozano Chávez, así como la mamá de este último, María Elena Chávez Castillo.

Nuestro recuerdo

         Este tecleador terminó la secundaria hace 65 años precisamente en la 3, ‘Héroes de Chapultepec’, entonces militarizada, y que se volvió mixta después de 1985. En 1976 asistimos a la ceremonia por el cincuentenario de su fundación junto con Rodolfo Velasco Moguel, otro ex alumno y para entonces compañero de trabajo en la revista Automundo.

         Esa vez nos tomamos la foto con el doctor Eduardo García Álvarez, el maestro de química que para nuestra sorpresa seguía impartiendo clases, aunque para entonces tal vez ya no correteaba durante los descansos a los más traviesos con una vara en la mano, como lo hacía cuando estuvimos en esa escuela.

         En abril pasado nos buscó el ex alumno Daniel Guillot para avisarnos que había publicado en la página de Facebook de la Fundación Amigos de la Secundaria 3 “una pequeña reseña de tu carrera”, donde se menciona que estuvimos en ese plantel entre 1957 y 1959, y que en 1958 publicamos en la revista Héroes que hacíamos los alumnos, una nota sobre la fundación del plantel el 13 de abril de 1926.

         Daniel nos invitó a crear nuestra página personal de Facebook para estar en comunicación y lo intentamos, pero fuimos rechazados por esa plataforma con el sorpresivo argumento de que nuestro número de celular estaba vetado por haber violado sus reglas. Sin entender semejante absurdo, desistimos de hacer nuevos intentos.

         Pero qué gratos recuerdos nos dejaron esos tres años de secundaria, cuando también estuvimos en la Cruz Roja Juvenil e hicimos el Servicio Militar Nacional anticipado. Extraordinarios maestros entre los que de momento recordamos al director Jesús Teja Andrade, además de Francisco Valdés Becerril, Juan Moisés Calleja, Simón Elías Squeff, Gustavo Aranda y Arana, Ramón Noble Olivares, María del Carmen Oliver  y Vicente Coral Martínez. Los nombres de todo el plantel (72 profesores), así como algunas fotos y hasta caricaturas, lo mismo que del personal administrativo y de intendencia, fueron publicados en el Anuario 1957 que elaboraron los integrantes de la generación (“de patriotas”, escribió uno de ellos, Alberto de Lachica) 55-57. Sólo les faltó el nombre de la joven bibliotecaria, Áurea.

         Y hasta ahora, cuando se cumplen 13 lustros de que terminamos los estudios secundarios y hacemos recuerdos de aquellos tres años a propósito del homenaje que habrá a quienes murieron durante el sismo, nos damos cuenta de algo de lo que dejó testimonio en el Anuario citado el alumno de tercero Juan Pedro Xibillé acerca de nuestra generación 57-59:

         “…a los nuevos que acababan de terminar sus estudios primarios, se les dio la bienvenida (en febrero); en lugar de tratarlos como antaño, quisimos ser compañeros, ¿y por qué no, amigos de ellos? Hacerlos sentir como en su propia casa, pues ya no hay novatada. Todo se tornó alegría y risa para nuestros compañeros de primer año…”.

         Habíamos terminado en 1956 la primaria en la Escuela ‘República de Costa Rica’, de la colonia San Miguel Chapultepec, Ciudad de México, y lo celebramos en grupo (6°A, puros hombres; en el 6°B estaban las niñas) con un desayuno dentro de la Escuela Hogar para Varones –junto al Parque Lira, en Tacubaya–, donde vivían los compañeros de aulas Edmundo Victoria Mascorro y Juan Díaz Díaz, cuyos respectivos padres eran director uno y jefe de la imprenta el otro, en ese internado para menores infractores.

         Para sacar ficha para el examen de ingreso a la Secundaria 3, nuestro primo Humberto Villagómez Hernández hizo fila toda la noche junto con sus papás afuera del plantel, nos apartó un lugar y nosotros llegamos a la mañana siguiente muy temprano. Lamentablemente él no se quedó y se fue a otra secundaria; estar formado desde la noche anterior, no era garantía de nada.

         En la Secundaria 3 recordamos entre nuestros compañeros de primero a los hijos de la actriz Marga López, Carlos Amador y Manuel; a Carlos Cisneros Martínez quien llegó a encabezar la sociedad de alumnos; a dos amigos desde la primaria, Antonio Juárez Bautista y Rodolfo Aguilar Borja; y ya cursando el segundo año, al hijo homónimo del doctor de nuestro barrio Evaristo Villavicencio, quien fue médico también, y al después malogrado escritor Parménides García Saldaña.

         De Mario Sardaneta Villalpando, otro compañero del grupo 1° D donde estábamos, escribimos en 2009 que medio siglo atrás había ganado el primer lugar en el concurso de literatura organizado por la Biblioteca ‘Moisés Sáenz’ de la Secretaría de Educación Pública con su trabajo Monografía de Manuel Acuña, que le fue publicado y aún conservamos un ejemplar.

Y recordamos que, junto con él y los demás del grupo, presenciamos cómo el maestro de literatura y subdirector de la escuela, Francisco Valdés Becerril, había llorado en una clase al terminar de leernos el poema ‘Nocturno a Rosario’, del propio Acuña.

         Ahora, los miembros de la Fundación Amigos de la Secundaria 3 ya hacen planes para conmemorar el primer siglo de nuestra escuela en abril de 2026, y ojalá que esta vez sí se permita hacerlo dentro de las instalaciones. Pero mientras llega la fecha, tendremos en mayo de 2025 otro centenario por festejar, el de la Academia Nacional de Historia y Geografía, junto con colegas de todo el país y del extranjero.

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